Contra Álvaro D. María
O por qué no me ha convencido para dejar de llamarlo Estado a “todo”
El 5 de febrero de 2024 publiqué mi entrevista con Álvaro D. María. Uno de los temas que tratamos y con los que más he discrepado de su libro, La filosofía de Bitcoin, fue su concepto de Estado y su crítica a los que equiparamos Estado con coacción institucionalizada.
En su libro, Álvaro D. María dice:
El Estado no es más que una forma política de una época concreta, como bien recuerda la cita de Schmitt, y por ello es transitorio, una idea histórica. Lo que rige siempre es el Gobierno, no el Estado, pues siempre Gobierna una minoría, como señaló Robert Michels. Por ese motivo, la historia de la filosofía política trata sobre el buen Gobierno, y no sobre la buena forma histórico-política, que han sido diversas a lo largo del tiempo: las polis, la urbs romana, la civitas o res publica christiana, la basilea bizantina o el mismo Estado.
De hecho, en la entrevista (a partir del minuto 49) dice que el estado es una forma política muy concreta, que existe desde hace cuatro siglos y que nace con las guerras de religión en Europa, pues anteriormente había una separación entre la autoritas y la potestas. Pone de ejemplo el imperio español, diciendo que los reyes católicos no eran absolutistas pues estaban delimitados por la autoridad de la Iglesia. Concluye diciendo que la forma política estatal es la absorción de la autoridad de la Iglesia por parte del poder político y que ahora es la ley la fuente primera del derecho, siendo la ley la voluntad del poder político.
Álvaro D. María no me convence por varios motivos. En primer lugar, nos encontramos con el problema a la hora de definir conceptos de las ciencias sociales. Los conceptos de las ciencias sociales, a diferencia de los conceptos en otras ciencias, no son conceptos exactos, por lo que presentan una gran dificultad a la hora de definir con precisión. Conceptos como Estado, democracia o nacionalismo son inobservables. Uno no puede salir con su equipo de detección de democracia y conseguir que pite cuando está en un suelo democrático y que no lo haga cuando esté en España. Son construcciones sociales que nosotros le dotamos de un significado para referirnos a ciertos fenómenos que pueden encajar en la descripción. Por tanto, de partida, es imposible afirmar categóricamente que algo es un Estado o que no lo es, todo depende de la definición con la que partas.
En segundo lugar, puestos a elegir una definición, lo útil es ir con aquella cuyo uso es más generalizado. En el caso de Estado, sería la definición de Marx Weber: “la institución política que se arroga con éxito el monopolio del uso legítimo de la fuerza en un territorio”. La Wikipedia me avala. Puede que esta no sea siempre la fuente de información más veraz—aunque creo que su precisión está altamente infravalorada—pero aquí pretendo mostrar que esta es efectivamente la definición más extendida. Que una definición sea la más extendida no quiere decir que necesariamente sea la correcta, aunque existe una gran presunción de que esto es así. Podría ser que el mundo académico usase una definición completamente contraria a la de Estado y que, por tanto, este debate tuviese más sentido. Pero tampoco es así. Como dice la entrada de estado de la Wikipedia en inglés, aunque no haya un consenso, para Walter Scheidel las principales definiciones de Estado tienen en común lo siguiente: “instituciones centralizadas que imponen normas, y las respaldan por la fuerza, sobre una población territorialmente circunscrita; una distinción entre gobernantes y gobernados; y un elemento de autonomía, estabilidad y diferenciación. Todo ello distingue al Estado de formas de organización menos estables, como el ejercicio del poder del más fuerte.” Algo similar a lo que hace Álvaro D. María es lo que hacen los Trevijaners. Antonio García-Trevijano tenía su definición de democracia, la llamada democracia formal, y todo lo que se salía de esta no eran democracias. La rigidez llega hasta tal punto que solo EEUU se podría considerar una democracia. Cuando tu concepto solo abarca un caso, es una señal de que no es un concepto muy útil por su poco valor descriptivo. (Una excelente crítica al concepto de democracia formal lo podéis encontrar aquí.)
En tercer lugar, no solo no hay un concepto de Estado perfecto y la mayoría de personas ya lo utilizan de una determinada manera, sino que si tuviésemos que redefinirlo para encuadrar solo los casos que a Álvaro D. María le parecen merecedores de esta descripción, tendríamos que crear una palabra nueva, un Estado+ (que adoptaría la definición de lo que todo el mundo entiende, y la gran mayoría usa, como Estado). Para Álvaro, los que no vemos que el Estado es solo aquello que entra en su definición de Estado estamos enfermo de estatismo y vemos el mundo en blanco y negro, pudiendo ver solo Estado y no Estado. Pero es que poder hacer esta distinción entre Estado+ y no Estado+. Álvaro D. María dice que como los economistas entendemos el Estado como Estado+, y lo equiparamos con la coacción, nos volvemos anarcocapitalistas al rechazar la coacción. Esto no es algo (lo suficientemente) generalizado, pero es cierto es algunos casos como el mío. Pero es que si me opongo a la coacción, voy a necesitar una palabra que recoja todos los casos de comunidades políticas para poder referirme a ellas y decir que estoy en contra de eso. Por lo que cambiar la definición que tenemos de Estado llevaría un gran trabajo: convencer a la gente de que cambie de definición, pensar en un nuevo término y popularizarlo. Para que sería mucho más sencillo adjetivar Estado con moderno, contemporáneo, autoritario-potestativo...
En cuarto lugar, dudo que no haya existido ninguna forma política como la que describe Álvaro D. María como lo que sí que es un Estado hasta hace cuatrocientos años. Si sí y su definición de Estado describiese perfectamente sociedades humanas que se han ido originando aunque no tuviésemos registro de ellas, este ya no sería necesariamente un fenómeno transitorio. Es decir, nada en la definición de Álvaro D. María implica que no pudiesen existir ese tipo de sociedades hasta hace cuatro siglos. Igual lo hicieron y no teníamos constancia de ellas o tengamos mala información sobre otras sociedades que creemos que no pero sí que encajarían en su definición. Esto es asumiendo que Álvaro D. María tuviese razón y ninguna sociedad conocida hasta la fecha encajase en su descripción de Estado, cosa que dudo y estoy bastante seguro que muchas comunidades previas a lo que él marcaría el primer Estado compartían muchas características si no todas. Los conceptos de ciencias sociales son en muchos casos más un espectro que un punto. Me gusta identificarlos con el principio de “lo sé cuando lo veo”. Es decir, pueden ser difíciles de definir con precisión pero fáciles de identificar.
En conclusión, cuando los intelectuales hacen esto de intentar redefinir un término que ya está bien entendido, es útil y su cambio de significado llevaría a la creación de un nuevo concepto, pienso que lo hacen porque necesitan algo de lo que escribir para poder comer. En el caso de Álvaro, no es así, por lo que creo que él no está motivado por incentivos perversos, solo está equivocado, lo cual es peor. El concepto de Estado se queda como estaba y si alguien necesita un término para esas formas políticas nacidas en los últimos cuatro siglos que nada tienen que ver con el resto de comunidades políticas anteriores, que busque otra palabra o que le añada un adjetivo a Estado, como moderno. Esto es más simple, esclarecedor y eficiente que intentar redefinir un concepto social.
¡Debate zanjado!