El estudio de la economía puede hacerse desde distintos enfoques: microeconomía o macroeconomía, según las distintas escuelas, historia o teoría economía o economía positiva o economía normativa. Esta última distinción sirve para entender cuál es el rol del economista. Como economista se puede entender aquel que ha estudiado el grado de economía o tiene algún título similar, el que vive explicando economía o utilizando la economía para su trabajo, el que publica en revistas académicas de economía o el que simplemente utiliza el pensamiento económico—basado en las lecciones de la microeconomía—para realizar juicios. Estos juicios pueden ser factuales, sobre los hechos de la realidad, o de valor, sobre lo que uno estima que es lo correcto. Esta es la distinción entre la economía positiva y normativa.
La economía positiva consiste en juicios sobre cómo son las cosas. A mayor demanda de un bien, ceteris paribus, aumentará su precio. Esto es una afirmación propia de la economía positiva. La economía normativa se basa en juicios sobre lo que debería hacerse. Un ejemplo sería decir que como la inflación es buena para los pobres debería ser uno de los objetivos de los gobiernos.
Friedrich Hayek sintetiza muy bien cuál debe ser el rol del economista cuando dice que
La curiosa tarea de la ciencia económica es demostrar a los hombres lo poco que realmente saben de lo que imaginan que pueden diseñar.
El trabajo de un economista es, en primer lugar, conocer bien la económica positiva. Como economista, debe entender la teoría económica y su objetivo de investigación es el de descubrir las leyes que rigen la acción de los individuos y aplicar estas como microfundamentos para poder explicar cómo funcionan las sociedades. Aquí el economista actúa como un científico. En este rol, el economista no debe dejar que sus valores alteren su análisis.
Una vez el economista conozca bien la economía positiva, estará capacitado para dictar prescribir las recetas económicas adecuadas para llegar a sus objetivos. Cualquiera puede hacerlo antes, de hecho, es bastante común. Pero sí es contraproducente y como algunos campos de la economía son contraintuitivos, podría no llevarnos a los resultados deseados. Recordando la cita de Murray Rothbard:
No es un crimen ser un ignorante en ciencia económica, que es, después de todo, una disciplina especializada, además considerada por la mayor parte de la gente como una ciencia lúgubre. Pero sí es totalmente irresponsable tener una opinión radical y vociferante en temas económicos mientras que se está en ese estado de ignorancia.
Existen reglas básicas que gobiernan todo nuestro comportamiento como la de oferta y demanda. Si se desconoce esto, muy probablemente no valdrá mucho la pena oír cualquier recomendación política que hagas. Entiendo estas reglas podemos saber que si el precio de una acción baja, la gente hará más de eso. Si sube, hará menos. Cuando gravas algo, obtienes menos de eso. Si lo subsidies, más. Da igual lo que subsidies: si es comportamientos negativos, tendrás más.
Saber algo sobre economía puede enseñarte algo sistemático sobre el comportamiento humano: que todos nos enfrentamos a restricciones impuestas por la escasez de los bienes y que todos buscamos maximizar las cosas que queremos. Sabiendo esto, podemos predecir mucho sobre el comportamiento humano, más que un sociólogo que intenta entrar en la mente de un individuo según sus intenciones, promesas o creencias.
Esto se sirve a un economista para entender que si su objetivo es reducir el crimen, lo que debe hacer es aumentar el coste de este o la probabilidad de ser atrapado. Un sociólogo puede intentar sentarse con el criminal, dialogar y convencerle de que es una mala idea cometer un crimen, pero esto no nos garantiza resultados. Por esto se dice que la economía es una ciencia imperialista que absorbe al resto de ciencias sociales, porque cada vez más profesionales de otras áreas aplican el pensamiento económico a sus estudios para mejorar con la calidad de sus resultados. Y, es que, como digo, algo tan sencillo como entender que nos rige la ley de la oferta y la demanda, que vivimos en un mundo de escasez, que somos seres racionales con información imperfecta, que nos motivan los incentivos y las expectativas puede dar con muchas claves del comportamiento humano.
Como científico, tu objetivo puede ser investigar cuales son los comportamientos que llevan a la pobreza a alguien en una sociedad rica. El fruto de tu estudio puede ser que estar desempleado, no tener la ESO y tener hijos fuera del matrimonio son comportamientos que lleven a la gente a ser pobre. Por otro lado, tu objetivo como economista normativo puede ser reducir la pobreza porque crees que es malo que haya gente pobre. Si para hacer eso, reduces el coste de los comportamientos que llevan a la pobreza, no estás siendo un buen economista. Puede que si eres un político o activista tus intenciones sean otras de las que declaras, pero entonces o tendrás que elegir entre si mientes o si eres un mal economista. Pero un buen economista debe aplicar lo que le dice la teoría su práctica para dar recomendaciones.
Puede que un político piense que lo mejor para aliviar la pobreza sea subvencionar estas conductas, pero si de verdad busca lo que dice, debe ser informado desde la teoría económica que esto no es así porque al reducir el coste de algo obtienes más de esa cosa. Lo mismo, puede que haya un político que diga que el gobierno debe aumentar la inflación porque esto favorece a las clases bajas. Pero la tarea del economista será demostrarle en ese caso su error porque la gente con rentas más bajas tiene una menor parte de su patrimonio en activos—los cuales se revalorizan con la inflación—y una mayor parte en dinero atesorado—el cual se devalúa—. Otra cosa distinta puede ser que el interés de ese político sea distinto al que expresa. No obstante, el economista deberá corregirle de su error a él y a quien pueda ser una víctima inocente de esta ignorancia económica.
Gran parte del trabajo de un economista adopta la forma de demostrarle a otros, tipicamente políticos o activistas que defienden una u otra política en función de una u otra causa, cuáles son los problemas de sus llamadas soluciones. Muchos economistas se apresuran a hablar de los fallos de mercado y utilizarlo como justificaciones para adoptar esta o aquella política. Pero no hay que olvidarse de los fallos de gobierno, fallos como los problemas de la información, de incentivos, las consecuencias imprevistas o la captura al regulador. Es trabajo del economista recordar estos también.
Por tanto, el rol del economista se compone de tres partes necesariamente. Lo primero de todo, es ser un buen economista positivo. Para ello se necesita distinguir cuando está realizando juicios sobre los hechos de la realidad o de valor, no dejar que tu moralidad o ética influyan sobre su estudio de las leyes de la economía y conocer bien la teoría económica para poder producir buena economía positiva. Una vez uno cumple estos tres puntos, el economista podrá utilizar las herramientas de la economía positiva para poder realizar prescripciones económicas fundadas y ser un buen economista normativo.
Me ha gustado mucho este artículo, Edu. Me he sentido bastante interpelada leyéndolo porque la exposición que haces sobre el rol del economista es el motivo por el cual yo estudio economía. Lo cierto es que es una ciencia social apasionante, ¡ojalá algún día pueda ser yo una buena economista!
Espero que más gente lea este artículo para apreciar más la economía y aprender a distinguir a un buen economista de un vendehumos deshonesto.
Porque la foto de la cita de Hayek es Salma Hayek y no Friedrich Hayek?😂