Mi problema con la policía
O por qué es mala idea darle tanto poder a un colectivo que no rinde cuentas
La polícia y su trabajo
Tras los incidentes del pasado lunes 6 de noviembre y martes 7 de noviembre en Madrid, espero que a muchos se les hayan abierto los ojos acerca de la naturaleza de la policía. La policía no está ahí para protegerte, sino para someterte al Estado. La policía no está ahí para ayudarte, sino para castigarte. La policía no está ahí para hacer justicia, sino para cumplir órdenes del gobierno de turno, independientemente de cuan tiránicas sean, con total impunidad. La policía no está ahí porque sea buena, sino para cobrar su sueldo después de poder sentirse superiores empleando y amenazando con la violencia a sus conciudadanos. Cualquier policía le metería un tiro en la nuca a tu madre mientras esta pasea tranquilamente por su barrio si el ministro de Interior se lo pidiese. No hay ninguna ley tan grotesca que la policía no esté dispuesta—y encantada—de hacer cumplir.
Su modus operandi es el de agredir, golpear, secuestrar, intimidar y traumatizar saliendo impunes. La policía te roba—dinero, drogas o bienes decomisados (en Estados Unidos en 2014, 2015 y 2019 la policía robo bienes por un valor superior al robado por los criminales)—, te impide defenderte, te miente, inventa y corrompe pruebas, te puede secuestrar y agredir en cualquier momento sin resarcirte, todo ello justificándose en que lo hace para mantener el orden público. Si una persona actuara como lo hace la policía, se consideraría un crimen. Lo que les confiere una distinción especial a la policía es el uniforme.
La policia se encuentra perfectamente cómoda desarmando a la población y cuando los ciudadanos intentan protegerse son castigados. La única cosa que la policía es buena es forzar a la población a ser clientes del estado manteniendo a los ciudadanos desprotegidos La policía escala la violencia rapidamente. Se ven videos constantemente de policías parando a un coche por la carretera y volviendo violentos sin razón. Los policías no trabajan para ti. Sal a la calle y empieza a darles órdenes para protegerte. Trabajarían para ti si pagases voluntariamente. Pero les pagas bajo la amenaza de violencia. Es como decir que un ladrón trabaja para ti. Tú trabajas para ellos. Que la policía sea así se debe principalmente a dos factores, un problema institucional y otro psicológico.
Los problemas institucionales
Del lado institucional, el principal problema de la policía es que no tiene ningún incentivo para hacer bien su trabajo—o, al menos, lo que los ciudadanos consideran que debería ser su trabajo; es decir, proteger y ayudar a la población—de hecho, hasta existen incentivos perversos que los podrían llevar a hacerlo mal.
No necesitan generar valor
La policía, como órgano del Estado, no está restringido por el principio de pérdidas y ganancias. Debido a que sus acciones no se rigen por la búsqueda de rentabilidad, las decisiones estatales suelen ser arbitrarias, lo que puede resultar en un uso poco eficiente y un malgasto de recursos. Con sus ingresos garantizados e independientes de sus resultados, no tienen que satisfacer a los ciudadanos. Por ello, salvo orden expresa, ellos son los que gestionan su tiempo de campo. Por tanto, no es raro ver a agentes ociosos en vez de atender a sus responsabilidades ni ver cómo prefieren dedicar su tiempo a actividades menos exigentes o aquellas que les confieren cierta autoridad, en detrimento de la atención al ciudadano.
Es habitual ver a los policías enfocándose en pequeñas infracciones de tráfico y dedicando una cantidad desproporcionada de recursos a la investigación de crímenes sin víctima, y por los cuales la gente común no invertiría su propio dinero para prevenir. Sin embargo, cuando se trata de impedir delitos graves que preocupan a la población como la detención y sanción de criminales, la recuperación de objetos robados y la indemnización a víctima, se percibe una ineficiencia por parte de la policía, incluso a pesar de aumentos en su financiación. Como no tienen obligaciones con la ciudadanía ni le rinden cuentas a esta, buscan hacer el trabajo más fácil con el mayor presupuesto posible. Funciona porque los contribuyentes no tienen ningún otro servicio similar con el que comparar si su dinero está siendo bien empleado.
Hacer mal su trabajo les recompensa
El incentivo perverso que existe en la policía es el mismo que podemos ver en el resto de las burocracias estatales. Si obtienen malos resultados, antes de culparse a sí mismos y a su gestión, se justificarán diciendo que el problema es que necesitan un mayor presupuesto y harán presión hasta conseguirlo. El coste a un departamento de policía de hacer mal su trabajo es cero y hasta puede que una mayor criminalidad les pueda ayudar a presionar a legisladores y votantes de que necesitan una mayor financiación. Un ejemplo es la aceptación de sobornos, los cuales son la principal arma defensiva del crimen organizado. Un policía individual no pierde nada por permitir que se cometa un crimen y si además gana algo aceptando un soborno, tiene todos los incentivos para hacer mal su trabajo
Sin rendición de cuentas
A esto hay que añadirle que, al ser el Estado el único ente con el monopolio legal sobre el uso de la fuerza y el último árbitro en los conflictos de su territorio, no hay quien controle al estado. La depredación estatal carece de control. Nadie nos protege del estado. Por eso vemos constantemente violaciones de la justicia y la ley, y brutalidad policial. No son casos aislados, es a lo que lleva un sistema de gobierno en el cual el estado y sus agentes tienen privilegios que ningún ciudadano de a pie soñaría tener. Principalmente, el derecho a no ser responsable de tus errores. Los policías se protegen entre ellos y son protegidos por otros agentes estatales como jueces y legisladores.
Por tanto, solo nos queda esperar que la gente que decida ser policía sea tan justa que pueda remar contra incentivos y hacer su trabajo lo mejor que pueda. No obstante, esto es difícil de creer pues parte del compromiso de ser policía es estar tan corrompido como la institución a la que juras defender. El trabajo real de un policía es hacer cumplir todas las leyes y las órdenes que reciba, muchas de las cuales serán injustas, inmorales e incluso crueles. Por tanto, todo policía ha aceptado hacer cumplir cualquier ley y cualquier orden por injusta o grotesca que sea, por lo que ya de partida no puede haber buenos policías.
Su trabajo real
Si crees que el trabajo de un policía no es hacer cumplir las órdenes que recibe por injustas que sean, pregúntate por qué cuando ves un video de policías golpeando brutalmente a una persona desarmada, o incluso asesinando a alguien de manera flagrante, los otros policías que están alrededor mirando no intentan detenerlo, no parecen sorprendidos ni conmocionados, no se ven atónitos, no parecen ni asombrados ni indignados, hasta parecen aburridos, como si estuvieran viendo una repetición de una película antigua. Si cinco abogados estuvieran paseando y uno de ellos empezara a agredir brutalmente a una persona desarmada y pacífica, la reacción esperada de los otros cuatro abogados sería de detener al sádico, no quedarse mirando como si fuese algo obvio ver a un abogado hacer eso, como si eso fuese parte del trabajo de un abogado. Si los policías no se sorprenden cuando otros policías actúan como auténticos sádicos sin respeto por la ley, por la justicia o por la proporcionalidad, es porque es parte de su trabajo actuar así y tú tampoco deberías sorprenderte al verlo.
Cuando los ciudadanos ven la brutalidad policial, antes que pensar que ejercer esa brutalidad es su trabajo real, piensan que simplemente están incumpliendo con sus obligaciones, pues estiman que su labor es la de mantener el orden y hacer cumplir la ley. Pero, de nuevo, si el trabajo esperado fuese su trabajo real—y no el de imponer cualquier orden a la fuerza sin importar las represalias—, entonces los políticos, jefes de policía y demás autoridades pondrían fin rápidamente a las violaciones de derecho, expulsando y castigando a los policías malos. Sin embargo, esto no sucede. La aceptación casi universal de estos “malos comportamientos” por parte de policías nos debería dejar claro cual es su auténtica misión. No es un fallo del sistema, es lo que se busca y espera de esta institución: que los dirigentes políticos puedan imponer sus mandatos a golpe de porrazo. De 2004 a 2017, en España se sufrieron más de 6.600 casos de torturas o malos tratos policiales.
Los problemas psicológicos
La segunda causa del problema de la policía es de orden psicológico; de la psicología de los agentes de la ley y de la de los ciudadano.
La psicología de los agentes
Por un lado, con respecto a la psicología de los agentes, vemos que ya está viciada de partida. Existe un sesgo de selección claro dentro del cuerpo. Para ser policía, entre otras cosas, tienes que ser agresivo, tienes que saber cumplir órdenes y estar dispuesto a llevar a cabo cualquier mandato, no te tiene que importar ejercer la violencia sobre otros—merecida o inmerecidamente—, tienes que tener una baja aversión al riesgo, te tiene que gustar sentirte una autoridad. Esto llama a un perfil de gente determinada. En especial, a aquellos más sádicos, con menos escrúpulos, más psicópatas y, sobre todo, a a quellos con una mayor ansia de poder. Es decir, los peores entre una sociedad se convertirán en agentes de policía. Esto no quiere decir que todos los agentes del cuerpo de policía encajen con estas características, sino que aquellos que lo hagan, serán más propensos a buscar trabajos como el de agente de policía. En especial, tenemos que preocuparnos de aquellos con ansia de poder. Muchos de ellos se unen al cuerpo de policía por los mismos que por los que alguien se une a otro tipo de bandas criminales, porque son unos cobardes que quieren sentirse seguros dentro de un grupo con armas y autoridad.
El poder te transforma
Entre aquellos que, de partida, no eran tan violentos o ansiosos por el poder, tenemos el problema de que con el tiempo es muy probable que terminen siéndolo. Si le das a alguien los mismos privilegios que tienen los policías, terminan acostumbrándose a sentirse por encima del resto, lo que los lleva a adquirir comportamientos más autoritarios y perder la empatía que podrían tener por el ciudadano de a pie. Sea quien sea, si les pones en esa posición y les convences de que tienen autoridad sobre el resto y de que tienen el derecho de dominar al resto, van a ser mucho peor personas de lo que serían en otras condiciones. En cuanto entrenas a alguien a actuar así, terminarás con un matón sadístico.
La psicología de los ciudadanos
Por otro lado, los ciudadanos conceden cierta autoridad a los agentes de policía, aunque no se la merezcan o se la hayan ganado. Parte de este engaño se debe al ritual estatista que rodea a los policías. Primero, usan uniforme, lo cual siempre le da cierta sensación de superioridad a alguien, hasta el punto de sentirnos obligados a seguir sus órdenes injustificadamente. Segundo, los formalismos que rodean a la policía. Se espera que se les llama señor agentes. Dentro del cuerpo, tienen distintos rangos. En el cuerpo de la policia nacional tienes títulos como oficiales, inspectores y comisarios. Este es uno de los puntos más peligrosos, pues la gente acepta la autoridad fictia de los agentes, creando así una autoridad real aunque ilegítima y actúan voluntariamente como siervos. Por eso, la gente no es tan crítica con la policía como debería, no les exigen un castigo correcto en caso de violaciones a la ley y no se defiende como debería. Tengo la sensación de que parte de este problema puede deberse a la propaganda de Hollywood sobre el trabajo de los policías.
Quitando vendas
Primero, exponiendo cuál es el modus operandi real de la polícía, los problemas instituciones y psicológicos del cuerpo, espero que a más gente se le caiga la venda sobre el mito de que la policía es buena y que está aquí para defendernos. Demasiada gente confía más de lo necesario en las figuras cuya autoridad no ha sido ganada, sino impuesta, y nos vendría bien si lo hiciésemos menos. No es algo particular de nuestro tiempo, aunque algo me dice que esta confianza en el estado se da ahora más que nunca. Cualquiera que habrá un libro de historia rápidamente verá muchos ejemplos en los que la gente debería haberse opuesto a las injusticias y vilezas de su gobierno antes de que lo hicieran. Para que la gente conozca la autentica misión de la policía, es crucial la precisión del lenguaje y distinguir entre su misión explícita—la de defender la legalidad—y la implícita y real—la de imponer las órdenes de sus superiores a toda costa. No podemos razonar correctamente si no nombramos las cosas por su nombre real y nos dejamos engañar por la propaganda. La llamada brutalidad policial no es un caso aislado de mal comportamiento, es su comportamiento habitual. Si no, que se lo digan a las numerosas víctimas de la acción policial, cuyos derechos a la vida, la libertad y la propiedad son gravemente infringidos por los agentes del “orden” de forma rutinaria. Los conservadores, por ser amantes del orden y la tradición, son especialmente víctimas de este engaño psicológico, pues confunden el aparentar defender el orden público con hacerlo de verdad.
Reclamando mayores castigos
Segundo, la gente debería reclamar mayores castigos a los policías por los delitos que cometen. Las agresiones cometidas por los policías son más graves que aquellas cometidas por ciudadanos de a pie. En primer lugar, cuando un policía comete un crimen, en España, está faltando a su promesa de fidelidad por la Constitución Española. Su trabajo real puede ser el de cumplir todo tipo de órdenes, pero su trabajo en el papel y el esperado, es el de hacer velar por la legislación. Cuando no lo hace, comete una traición a la confianza pública e incumple su juramento formal. Además, sienta un precedente de desprecio ante la ley ante el resto de la población. En segundo lugar, se necesita un castigo más severo para disuadir a los policías de no cometer delitos, pues al sentirse por encima del resto, tener más oportunidades de delinquir y potencialmente causar más daño, para conseguir una disuasión efectiva, se necesita una mayor pena.
Defendiéndonos
Y, tercero, la población debería estar preparada para defenderse en caso de agresión, ya no solo con los recursos necesarios, los cuales pueden ser difíciles de obtener, sino también con la conciencia tranquila de pensar que en ocasiones oponer resistencia es la respuesta correcta. La gente debería estar preparada para desobedecer y defenderse de las agresiones de la policía.
Lo primero es preguntarnos cuando es aceptable resistir a la fuerza a las autoridades policiales. Esta pregunta ya incomoda a muchos ciudadanos respetuosos de la ley, que reaccionan automáticamente con una negativa. Esta reacción refleja una condición cultural profunda, donde la obediencia y la lealtad al estado se han incrustado tanto en la psique que la resistencia se ve como inimaginable, incluso ante la tiranía y la opresión que han plagado la historia humana. Los regímenes de Stalin, Lenin, Mao, Hitler, Pol Pot y otros tantos han llevado a cabo atrocidades bajo la bandera de la ley, lo que lleva a la cuestión incómoda: ¿cuándo es justificable resistir a la policía?
Este no es un problema del pasado, no podemos pensar que la resistencia a la policía podría haber hecho falta antes pero ya no porque vivimos en sociedades democráticas. Las paradas y registros aleatorios, la brutalidad policial, el decomiso de bienes y otras formas de abuso de poder son actuales e invitan a preguntarnos si tenemos el derecho de resistir tales acciones. Pero resistir a la autoridad policial, incluso de manera no violenta, a menudo conduce a consecuencias graves, como ser sometido por la fuerza, arrestado o incluso asesinado. Una constitución que otorga derechos fundamentales se vuelve inútil si no se pueden ejercer en contra de las acciones ilegales de los agentes gubernamentales. La verdadera naturaleza de un derecho inalienable es la capacidad de resistir, con la fuerza necesaria, a aquellos que buscan oprimir ese derecho, incluso si esos opresores tienen insignias y la ley de su lado.
Por tanto, o somos esclavos del estado, sin ningún derecho, o tenemos el derecho a resistirnos violentamente de los intentos gubernamentales de opresión. Sin embargo, resistir abiertamente al gobierno puede ser peligroso y a menudo resulta en un acto de autoconservación. Los horrores de la historia han ocurrido en gran medida porque la gente ha estado demasiado dispuesta a obedecer en lugar de resistir.
La respuesta correcta al dilema de cuándo deberías resistir a la autoridad policial es que deberíamos hacerlo cuando el mal se legaliza. En ese momento, está justificado que te conviertas en criminal. Cuando la opresión se convierte en ley, sé un quebrantador de la ley. Y cuando los que victimizan violentamente a inocentes llevan una placa, puede que sea necesario defenderse con todo lo que tengas de los policías.
Conclusión
Si eres español, tras la pandemia, tras los ataques recientes, tras experiencia personal que hayas vivido ¿aún sigues creyendo que la policía está ahí para ayudarte? Lo mismo para gente de cualquier país. El problema de la brutalidad policial se debe a problemas instituciones y psicológicos que ocurren en todas partes. Dependiendo de donde seas habrás vivido un tipo de acoso u otro por un evento u otro, pero el acoso está garantizado. Yo el pasado martes 7 de noviembre vi (y grabé) a una decena de policías apalear a dos mujeres durante las manifestaciones en la sede del PSOE. Como espectador del incidente, diré que no me pareció ni justificada ni proporcional la reacción de los agentes. Pero, habrá quien diga que sí que estaba justificada la reacción pues la mujer empezó llamando cobardes a los policías y a increparles su traición al pueblo demasiado cerca de ellos (y esto pudo herir su fragil ego), lo que llevó a un policía a empujarla y a ella a reaccionar empujando y dandole al policía de vuelta con la bandera que llevaba, lo que causó que los matones de turno, una de decena de ellos—para que luego digan que son valientes—se abalanzaran contra ella. Una amiga entró a defenderla y ambas fueron apaleadas. La primera mujer se encuentra actualmente en el calabozo y la segunda en el hospital, recuperándose de la brutal paliza recibida (a raiz de subir el vídeo me han contactado conocidos de ellas). Si alguien quiere intentar justificar que el inicio de agresión por parte de la policía está justificado, que lo intente, pero me parece un acto lunático intentar defender que además su violencia fue proporcional o la debida necesaria para detener a la primera mujer.
Estoy de acuerdo con los puntos sobre los incentivos, institucionales y psicológicos. Pero la polícia debe hacer lo que se le ordene y digan las leyes. Al final en un país democrático la gente vota al gobierno que quiere. Y es la policía de ese gobierno. Es la policía de la mayoría. Hay que ser justos con eso.
Por otro lado, si la policía tuviera pensamiento independiente y rebeldía eso podría ser un arma de doble filo: si hubiera una mayoría de policías en contra de un gobierno votado por el pueblo podrían dar un golpe de Estado. O desobedecer a un gobierno libertario si se llegara el caso y quisiera desmantelar el estado y su institución.
Ojo con lo que se pide de la policía porque podríamos crear monstruos mayores de los que tenemos.