Parece que la izquierda ideológica es capaz de todo para conseguir sus fines políticos y esto puede tener una clara explicación. Llamo izquierda al movimiento político que busca igualar a todos los individuos de una sociedad.1 La izquierda busca eliminar toda jerarquía, quiere que todos seamos iguales. Pero hay varios tipos de igualdad, que se pueden sintetizar en igualdad formal y real. La igualdad formal o legal la defiende la gran mayoría de la población, al menos en países desarrollados, por lo que no es una preocupación de la izquierda. Lo que buscan, ahora y siempre, es la igualdad real o material en mayor o menor medida, para lo cual utilizan la coacción, sea mediante regulaciones o mediante la nacionalización de los medios de producción y la planificación central. La izquierda, sobre todo cuanto más radical (el socialismo y, en concreto, el marxismo), promete una utopia. La promesa consiste vivir en un mundo de igualdad material en la super abundancia2. Este sueño es tan noble que merece la pena luchar por él con todo lo que tengas.
Pero a esta utopia de la izquierda no es el individuo, el que tiene que llegar, sino el pueblo. Por eso, los movimientos de izquierda, de nuevo, más concretamente los movimientos socialistas, están dispuestos a sacrificar cualquier cosa por obtener su objetivo, especialmente la cosa ajena. Y una vez se llegue allí—o en el camino por intentar llegar a esta utopía—tampoco se detendrán ante nada. Por eso, no tienen ningún problema en excusar los crímenes cometidos en búsqueda de su meta como la muerte de cientos de millones de personas por asesinatos, torturas, encarcelamientos, hambrunas, genocidios o cualquier otro sádico método que hiciese falta para llegar conseguir la utopia en la Tierra . Esta es la tabla de R.J. Rummel donde registra las muertes por regímenes comunistas en el siglo XX:
Bajo el libre mercado, cada persona se integra tanto al sistema como quiera y pueda. Es libre y a su vez responsable de sus acciones. Cada individuo es un sujeto de derecho. La discusión sobre qué derechos merece cada persona se vuelve ambigua salvo que la enmarquemos en los derechos de propiedad. Cada persona tiene derecho de decisión y exclusión sobre su propiedad privada y con esto vienen el resto de libertades, pues, las llamadas libertades políticas o civiles no pueden no darse si hay libertades económicas. Si tienes libertad para montar tu propio medio de comunicación y se respeta tu propiedad privada, tendrás derecho a la libertad de expresión. Por el contrario, de poco sirve tener derechos civiles y políticos si no se tiene el derecho a la propiedad privada. Por ejemplo, de poco me sirve el derecho a la asociación si no puedo poseer propiedad privada sobre una casa o terreno para decidir quién entra o no.
Bajo un sistema de planificación centralizada, donde el Estado posea la propiedad de los medios de producción, el individuo carece de humanidad, de nombre o fines propios y se convierte en una parte del plan en el que los agentes estatales le expropian de sus fuerzas para organizar el trabajo según un plan único y procedimientos uniformes. En tales condiciones, el individuo no puede ser considerado más que un simple engranaje de una máquina gigantesca. Y sería extraño hablar de los derechos o libertades de un engranaje.
En la política del día a día esto se traduce en dos cosas. En primer lugar, en la necesidad de un mesías. Esta figura se necesita para despertar la consciencia de clase, para comunicar correctamente el mensaje de necesidad de ser controlado por la clase política y de animar al pueblo a una revolución. Por eso parece que la izquierda—de nuevo, cuanto más extrema la izquierda más se ve—siempre gira entorno a una figura carismática. En segundo lugar, los votantes de izquierdas, ilusionados por ese sueño irreal, perdonan cualquier cosa a sus políticos. Por esto mismo hay un claro problema de doble moral con la izquierda. Sus seguidores se lo perdonan todo y no utilizan la misma vara de medir con los suyos que con el resto.
Aquí hay un buen hilo recopilando instancias de esta doble vara de medir en la política española en 2023.
A la vez, por eso es por lo que la izquierda no duda en devorar a sus líderes si creen que ya no les sirve para llegar a su objetivo.
La promesa de la tierra prometida les nubla el juicio y la moral.
Creo que la pregunta entre la izquierdas y al derecha es si se cree que hay gente mejor que otra gente. La gente de derechas te dirá que sí, pues la derecha acepta y considera buenas las jerarquías e incluso las impone. Dentro de la derecha tenemos aquellos que aceptan las jerarquías siempre y cuando sean orgánicas. Por ejemplo, un anarquista (como yo) que te diría que en una sociedad de derecho privado un grupo de árbitros (los mejores) obtendrían una posición preferente a la hora de ser consultados para la resolución de conflictos, pues se lo habrían ganado por su buen trabajo—algo pareceido pasa actualmente, donde, según un estudio de 2012 (y mi propia experiencia personal, pues una de ellas fue mi profesora de arbitraje internacional y me lo confirmó) se puede ver que solo 15 árbitros de todo el mundo habían resuelto el 55% de todos los casos conocidos de disputas internaciones de arbitraje de inversión—. Por otro lado, hay una derecha que quiere crear e imponer estas jerarquías a la fuerza.
Este sería un objetivo encomiable si fuera alcance y si se hiciese con los medios correctos. El problema es que la manera de llegar ahí que buscan los movimientos de izquierdas no solo no es la correcta, sino que es altamente dañina para los seres humanos que las sufren. Los objetivos de uno no solo se tienen que medir por el resultado final, sino también por los medios empleados para llegar a este. La paz mundial es una meta a aspirar, salvo que se intente alcanzar con la erradicación del ser humano. Si alguien intentase que viviésemos en un mundo de post-escasez gracias al desarrollo tecnológico sin dañar a nadie por el camino, sería una tarea digna de defender y apoyar. Igualmente, los fines siempre son infinitos y los medios finitos.
Me parece muy triste que ahora con el fenómeno Milei, muchos libertarios encajan en esa descripción doble moral que señalas. Creen en una utopía y no importa lo que Milei haga de rídiculo o hipócrita, él siempre será el más sagaz, astuto y visionario de los políticos. Políticos que, ahora parece, no todos los de alto perfil cumplen la ley de hierro y todos tienen tendencias sociópatas y narcisistas; porque cómo desear que Milei llene la asamblea con sus sociópatas.