El lunes 12 publiqué mi segunda entrevista a Domingo Soriano. Uno de los puntos que hablamos fue el sesgo por la producción física.
La riqueza se crea de varias formas. Una de ellas, probablemente la mayor fuente de riqueza son las ideas; o mejor dicho, la materialización de estas. No solo importa la materialización de las grandes ideas como la de Henry Ford con el coche, sino también hasta la más aparentemente triviales como la ubicación de un establecimiento o el logo de una tienda. En nuestras sociedades son estas ideas lo que nos enriquecen, no el simple acto físico de llevarlas a cabo.
Las sociedades más ricas son aquellas que cuentan con más gente generando ideas, no aquellas donde sus ciudadanos producen más acciones físicas. De todos modos, la falacia física persiste, la de creer que cuanta más producción física haya, mejor. Lo vemos claramente en políticos cuyos objetivos son los de mayor producción física y los de poner a más gente a trabajar, sin importarles tanto la productividad. Esto no es algo exclusivo de los políticos españoles, sino los de todo el mundo buscan utilizar la maquinaria estatal para crear artificialmente más empleos en la producción física. Este ahínco solo demuestra una profunda ignorancia económica. Como creo que decía Ludwig von Mises en alguna parte de La Acción Humana1, los recursos ya vienen creados por la naturaleza, y todo lo que hacemos los seres humanos es trabajar para transformarlos en otros recursos más útiles para nosotros. Esto se hace mediante la generación de ideas.
Los árboles surgen de la naturaleza (aunque los seres humanos también podamos tener un papel en su crecimiento y cuidado). Un árbol sirve para muchas cosas, pero solo cuando hemos tenido una idea de cómo transformarlo en algo útil. El árbol en sí sirve para poco más que dar sombra. Tras generar una idea, actuar sobre ella y, por tanto, crear riqueza, transformamos el árbol en leña, canoas, muebles, papel o caucho. Menospreciar la generación de ideas y pensar que solo son productivas las acciones que implican la transformación física de los materiales y no los pasos anteriores—reconocer un posible medio útil como el árbol para un fin como el caucho, que podrá ser a su vez un medio útil para un tercero—significa caer en la falacia física.
Por lo tanto, la comprensión de esta realidad cuestiona cualquier visión que estima que el valor se crea solo o principalmente a través del trabajo físico. Si bien el trabajo físico es importante, es precedido por ideas que le dan valor. Esas ideas son las que transforman el esfuerzo humano en algo valioso. Por el contrario, realizar trabajos que no generen beneficios para las personas puede llegar a ser un desperdicio perjudicial para la sociedad, pues estarás malgastando recursos al producir por producir algo físico.
El valor del esfuerzo humano se materializa cuando alguien descubre cómo convertir la materia física en cosas útiles para la humanidad. A menudo, ese "alguien" no es el propio trabajador físico, sino más bien un emprendedor o un gerente. Además, el trabajo del obrero no sería tan valioso sin procesos complejos que implican contratos, transporte, distribución, marketing, intermediación financiera, gestión de riesgos, seguros y comunicaciones. Estas actividades pertenecen al sector de servicios, que a veces se menosprecia.
Por eso, aquellos que critican los mercados financieros y el libre comercio mientras promueven el aumento de empleos en la manufactura reflejan un desconocimiento económico. Creen en una falacia física y, como resultado, sus políticas reducirían el nivel de vida de las personas comunes, que son el centro de sus preocupaciones.
Si alguien se acuerda dónde, le agradecería la referencia. Si no lo decía y me lo estoy inventando, le agradecería la corrección.