Sobre la inviabilidad de la fijación de precios predatorios
O por qué no nos tienen que asustar los precios bajos
Exposición de la estrategia
La fijación de precios predatorios es una estrategia empresarial que consiste en fijar precios temporalmente tan bajos que tanto la empresa (depredadora) como el resto de las empresas del mercado (presas) incurrirán en pérdidas, haciendo que la competencia quiebre para que así la empresa depredadora adquiera su cuota de mercado y posteriormente pueda fijar precios monopolísticos y obtener beneficios monopolísticos.
El precio predatorio es una reducción de precios que solo es rentable debido al mayor poder de mercado que el depredador gana por eliminar a su competencia. Es decir, es un precio que maximiza el beneficio solo por su efecto de exclusión y otros efectos anticompetitivos. Estos efectos anticompetitivos son el aumento posterior de precios y la reducción de la producción logrados por el poder monopolístico obtenido al quebrar al resto de las empresas del mercado. La empresa, con estos precios monopolísticos espera posteriormente recuperar sus pérdidas anteriores.
Existe un debate sobre qué se considera un precio predatorio. Como es un precio en el que las empresas producen pérdidas, estimo que cualquier precio por debajo del coste total medio de producción1 lo es. Pues, como:
Beneficio = (Precio - Coste Total Medio) * Unidades vendidas
De reducir su precio por debajo del coste total medio hará que la empresa presa incurra en pérdidas, perdiendo dinero por cada unidad vendida. No obstante, si nuestro objetivo es poder desarrollar un test para poder comprobar si una empresa está depredando, el coste total medio, como dice William Baumol “es un concepto indefinible e incalculable en una empresa multiproducto y, por lo tanto, debe rechazarse como parte de cualquier prueba legítima de precios predatorios” y porque existe la posibilidad de que esto lo hagan para liquidar existencias. Si tenemos este objetivo, entonces lo que tenemos que tener en cuesta es el coste variable medio2, como hace el test Areeda-Turner. Si revisamos qué es lo que tienen en cuenta la mayoría de legisladores, veremos que es el coste variable medio.
Así, como vemos en la gráfica, precio predatorio será aquel por debajo del coste variable medio. No obstante, en el resto del artículo argumentaré contra la viabilidad de la fijación de precios predatorios, pues, aunque para efectos prácticos como regular tenga sentido utilizar los costes variables medios, ese no es mi objetivo y teoricamente tiene sentido pensar en el coste total medio al ser un umbral por debajo del cual ya se vendería a pérdidas. Además, incluso cuando el precio sea inferior al coste total medio, pues si tienen sentido en este caso, necesariamente también lo tendrán cuando el precio sea inferior al coste variable medio.
Esta estrategia se compone de dos fases: la depredación y la recuperación. La primera fase inicia cuando la empresa depredadora fija el precio por debajo del coste total medio, lo que hace que la competencia tenga que o bien bajar sus precios por debajo de su coste total medio o bien mantener los precios anteriores y perder cuota de mercado. Con esto, la empresa depredadora espera aumentar su poder de mercado para posteriormente, en la fase de recuperación de pérdidas, subir el precio para compensarse por las pérdidas en el periodo de depredación.
Crítica de la estrategia desde la teoría económica
En teoría, este fenómeno se podría dar. Podría haber una empresa que siguiera esta estrategia. Pero la teoría económica nos enseña por qué no debemos esperar que esto suceda, aunque sea posible.
La irracionalidad económica
Los seres humanos actuamos racionalmente, en tanto que utilizamos los medios más útiles de los que disponemos según nuestro conocimiento para satisfacer nuestros fines más valorados. Eso no significa que el ser humano sea un homo economicus cuyo objetivo es la maximización de utilidad.3
Cosas como el prestigio o nuestra visión de nosotros mismos nos importan y, a veces, preferimos priorizarlas sobre el beneficio económico. Un ejemplo que siempre pone Domingo Soriano: todos preferimos más dinero que menos, pero si tras una primera cita le das 100€ a la chica, seguro que no tendrás una segunda aunque la hubieras tenido de no darle ese dinero. ¿Significa esto que no somos racionales? Pues, depende. Para gran parte de la comunidad económica, para quienes relacionan racionalidad com maximización de utilidad, puede que sí. Aunque, se podría responder que obtener un mayor prestigio o una mejor visión de sí mismos les da una mayor utilidad que las ganancias que podrían haber conseguido de comportarse diferentemente. Continuando con el ejemplo anterior: la chica valora más no verse como una mujer que acepta dinero por las citas que como una que sí. Entonces, aunque depende de cómo lo definamos siempre somos maximizadores de utilidad, no siempre somos maximizadores de beneficios económicos. A esta actidudad, a la de maximizar explicitamente el beneficio económico, lo llamo racionalidad económica.
Depende del contexto, adoptaremos actitudes que maximicen más o menos el beneficio económico, es decir, nos acercaremos más al homo economicus. Por ejemplo, en las relaciones interfamiliares, es poco habitual encontrar comportamientos que busquen maximizar el beneficio económico. Pero esto es la norma en el mercado. Por eso, cuando una supuesta estrategia implica que una empresa no va a actuar según los principios de la racionalidad económica, es decir, siguiendo la estrategia que le vaya permitir una mayor maximización de beneficios, lo sensato es dudar de la validez y viabilidad de dicha estrategia. Ese es el caso con la fijación de precios predatorios.
Fijar precios por debajo del coste total medio es una práctica muy costosa para la empresa depredadora. Por un lado, la empresa depredadora no solo tendrá las pérdidas proporcionales a la diferencia entre el nuevo precio y su coste total medio, sino que las pérdidas totales serán mayores pues parte de su estrategia es aumentar el volumen de ventas—este es, en última instancia, su objetivo, aumentar tanto sus ventas a costa de las de la competencia como les sea posible hasta hacerlas quebrar. Por otro lado, la empresa depredadora desconoce durante cuánto tiempo tendrá que mantenerse en pérdidas. No es de esperar que un empresario esté dispuesto a incurrir en pérdidas indefindidas con la esperanza de poder aumentar su cuota de mercado haciendo quebrar a las otras empresas y poder obtener una posición monopolística. Es decir, el empresario depredador debería estar dispuesto a incurrir en grandes pérdidas aseguradas durante un tiempo incierto por la posibilidad de obtener beneficios extraordinarios en el futuro.
Luego, nada le garantiza a la empresa depredadora que no vaya a entrar más competencia una vez vuelva a subir los precios por encima del coste total medio, que sería lo esperable. Además, en caso de poder hacer quebrar las empresas que ya estaban en el mercado, nuevas podrán entrar haciéndose con su capital a precio de saldo, permitiéndoles reducir sus costes medios. Eso teniendo en considerando que pueda llegar a hacer quebrar a las empresas presas, lo que no está claro porque estas también pueden cesar sus operaciones temporalmente para no incurrir en mayores pérdidas hasta que el depredador se vea obligado a subir los precios. Esta estrategia de las empresas presas supondría una pérdida asegurada para el depredador sin un beneficio correspondiente. Es decir, el empresario depredador debería estar dispuesto a incurrir en grandes pérdidas aseguradas durante un tiempo incierto por la remota posibilidad de obtener beneficios extraordinarios en el futuro, pues nuevas empresas podrían entrar o las que ya estaban en el mercado si cerraron podrían volver a competir.
Tenemos otros dos motivos, que dependiendo de la industria, desbaratarían la depredación. En primer lugar, la estrategia de fijación de precios predatorios será inviable si los consumidores pueden abastecerse de más bienes de los que produce la empresa depredadora de los que esperan consumir durante el periodo de precios bajos para hacerlo cuando la empresa depredadora fuera a subir los precios. En caso de que ante esto la empresa depredadora limitase su producción, las empresas presas podrían suministrar esa diferencia con precios por encima del de precio del depredador, incluso con precios por encima de sus costes medios, invalidando así cualquier depredación. En segundo lugar, las empresas presas también podrían entra en contratos con sus clientes a largo plazo con precios superiores al precio predatorio. Los clientes tendrían incentivos de aceptarlos si se diesen cuenta que las empresas están en una guerra de precios y que después del precio bajo actual le sigue un precio monopolístico.
La depreciación, además, solo sería racional economicamente si los beneficios monopolíticos calculados por el depredaor compensen las pérdidas actuales. Es decir, descontar estas posibles ganancias a su valor actual.
Calculando las pérdidas
Las perdidas en las que incurriría la empresa depredadora las podemos ilustrar con mayor claridad con un ejemplo.
Tenemos dos empresas, A y B. Las dos empresas producen tazas con un coste total medio de 1 euro la unidad y las venden a 2€. La empresa A vende actualmente 400 unidades mensuales en el mercado y la empresa B, 100. La empresa A decide fijar precios predatorios para hacer quebrar a la empresa B reduciendo sus ventas y quedarse posteriormente con su cuota de mercado. Para esto, la empresa A empieza a vender sus tazas a 50 céntimos, es decir, un precio por debajo del coste total medio.4
Para competir con la empresa A, supongamos que la empresa B también reduce el precio de sus tazas a 50 céntimos. Salvo que la demanda fuese perfectamente inelástica, en cuyo caso la cantidad demandada seguiría siendo la misma, podemos suponer que con una disminución del precio la cantidad demandada aumentará. Digamos que lo hace un 20%, es decir, de 500 unidades mensuales a 600. No podemos saber exactamente cómo se repartiría la nueva cantidad producida entre las dos empresas. Podemos suponer que la empresa B, la presa, al menos, no aumentará su producción pues, ante una reducción en el precio, las empresas que actúan racionalmente disminuyen su producción acorde. Pero vamos a suponer que la mantiene (escenario poco realista que sirve para ilustrar todavía mejor por qué ni en el mejor de los casos para la empresa depredadora esta sería una buena estrategia). La empresa A, entonces, estaría produciendo unas 500 tazas mensuales y la empresa B seguiría produciendo 100.
En este caso, como ambas empresas producen por debajo del coste total medio de producción, ambas estarán en pérdidas, aunque las pérdidas de la empresa A serán mucho mayores que las de la empresa B. La empresa A estará perdiendo 50 céntimos por unidad, lo que supone una pérdida mensual de 250€, mientras que la empresa B, perdiendo también 50 céntimos por unidad, incurrirá en unas pérdidas mensuales de 50€.5
En nuestro escenario, ambas empresas están en pérdidas. Pero supongamos que la empresa A puede mantenerse en pérdidas más tiempo que la empresa B y que tras un año fijando un precio predatorio, la empresa A consigue quebrar a la empresa B. En este momento, la empresa A por fin podrá subir los precios a un precio monopolístico. No obstante, a la hora de intentar fijar este precio monopolístico, la empresa A se encuentra con varios problemas. Primero, tiene que pensar cuanto tiempo podrá mantenerse en el mercado de las tazas como único oferente. Una opción sería fijar un precio por debajo de los 2€ que habían salido como resultado de la competencia en el mercado hace un año. Puede que sus beneficios medios6 sean menores que 1€, como solían serlo antes de fijar precios predatorios, pero si consigue vender más unidades con el tiempo esta diferencia puede verse compensada.
Pero la empresa A se da cuenta que si vende por encima de 1€, el coste total medio, puede atraer a más competencia al mercado, perdiendo su supuesto privilegio como único productor. De hecho, lo que cabría esperar es que fuese así, que nuevos oferentes entraran a competir en el mercado, sobre todo pensando que pueden hacerse con los activos de la empresa B a precio de saldo, reduciendo así el coste total medio de producción que tenía la empresa B.
Este es fácilmente el mejor escenario para la empresa depredadora y es suponiendo que 1) la empresa B decide reducir su precio igualándolo al de la empresa A y 2) que no reduce su producción. Otra posibilidad que tendría la empresa B sería cerrar temporalmente, estrategia que tendría sentido seguir si su coste variable medio es inferior a su coste total medio. Supongamos que el coste variable medio de la empresa B es de 75 céntimos. Si la empresa B cierra, su pérdida media no será de 50 céntimos,7 sino de 25 céntimos.8 Mientras tanto, la empresa A estaría soportando unas pérdidas de 50 céntimos por unidad y, como la empresa B no está produciendo nada, estás pérdidas se multiplicarían por las nuevas tazas (200 unidades adicionales) que la empresa A estuviese fabricando. En este caso, la empresa B estaría en mejor situación y la empresa A en peor situación que si la empresa B igualase el precio predatorio.
Bolsillos profundos
Uno de los pilares clave para que tenga sentido la estrategia de la depredación como la hemos explicado hasta ahora es que las empresas depredadoras cuenten con bolsillos profundos, es decir, con la suficiente liquidez para hacer frente a las pérdidas sostenidas en el tiempo derivadas de su venta por debajo de sus costes medios. Además, se tiene que asumir también que las empresas depredadoras cuentan con bolsillos más profundos que las empresas presas, quienes, al tener poca liquidez, se ven abocados a la quiebra al no poder hacer frente a las pérdidas por vender por debajo de su coste total medio. Pero mantener esta suposición es demasiado pedir.
Podríamos pensar que esto podría ser el caso si la empresa depredadora fuese un monopolio, pero esta es una suposición que tenemos que aceptar para si quiera plantearnos el escenario en el que puede llegar a serlo. Por tanto, cuando escuchemos hablar de la fijación de precios predatorios, tenemos que plantearnos tres cuestiones. Primero, cómo ha conseguido la empresa esos bolsillos profundos, segundo, cómo los mantiene de forma sostenida y, tercero, por qué las presas no cuentan con ellos.
El único caso, entonces, en el que la depredación sería viable se daría cuando por algún motivo la empresa depredadora contase con unas elevadas reservas, lo suficientemente cuantiosas como para poder soportar pérdidas a largo plazo, cuando la competencia no contase con estas y cuando la empresa depredadora contase con la información contable sobre el resto de la competencia. Aun así, seguiría siendo una estrategia inviable, pues existe un elemento que podría truncar la depredación: los mercados de capitales. Los mercados de capitales (y otras instituciones de intermediación financiera) están especializados en la estimación de la liquidez de los agentes económicos para dotarles de capacidad de financiación. Si la empresa presa es potencialmente rentable pero no lo está siendo porque otra la está depredando, esta puede encontrar financiación en los mercados de capitales y continuar operando hasta que la depredadora sea la que quiebre. Las empresas presas con buenos planes de negocios podrían obtener unos bolsillos tan profundos en los mercados de capitales como su potencial rentabilidad, lo que supondría unos bolsillos mucho más profundos que la depredadora.
Es posible que ninguna empresa presa obtenga financiación de los mercados de capitales porque se estima que la depredadora puede mantener los precios por debajo de sus costes medios durante demasiado tiempo. No obstante, de nuevo, esto es una suposición altamente improbable, sobre todo, cuando tenemos que tener en cuenta que en el momento en el que el depredador vuelva a subir los precios nueva competencia podrá entrar, teniendo que mantener las pérdidas durante un periodo indefinido de tiempo con dificultad de acceder a los mercados de capitales por financiación, pues pocos inversores se verán atraídos por esta estrategia tan poco viable.
También es posible que las empresas consigan este efectivo adicional por su capacidad de subvencionar de forma cruzada las pérdidas por la venta de otros productos o su operación en otros mercados. No obstante, seguirían teniendo que incurrir en las pérdidas descritas anteriormente en el mercado donde estuviesen depredando y tampoco nada les garantiza que—aunque puedan mantenerse en pérdidas durante un mayor plazo y aunque esto fuese suficiente para eliminar a las emrpesas presas—la competencia no volviese a la hora de volver a subir los precios, habiendo transcurrido en esas pérdidas para nada. Es decir, este escenario como mucho solo les permitiría estar en pérdidas durante más tiempo y, en caso de seguir la estrategia de fijación de precios predatorios en los otros mercados, esto aumentaría sus pérdiédas.
Arbitraje entre mercados
Otro de los motivos por los que la estrategia de fijación de precios predatorios es inviable es porque las empresas presas también cuentan con la posibilidad de comprar el producto del depredador. Es decir, el arbitraje entre mercados es una estrategia de respuesta a la depredación.
Pensemos en dos empresas. La empresa C es europea y vende en Europa tazas a 1,50€ la unidad. La empresa D es de Estados Unidos y entra en el mercado europeo vendiendo tazas a un euro la unidad. La empresa C siente que este es un precio predatorio y que D le está haciendo competencia desleal, por lo que decide copiarle la estrategia en su mercado de origen y vender tazas en EEUU a pérdidas, a 70 céntimos la unidad, hasta hacer quebrar a D. La empresa D compra estas tazas a 70 céntimos en el mercado estadounidense y las vende a 1€ en Europa, haciendo que C incurra en pérdidas todavía más severas, por lo que no puede continuar con la depredación.
En el apartado anterior he asumido que la empresa C y la empresa D operan con el mismo coste total medio. Pero existe la posibilidad, como en este ejemplo, que simplemente la empresa D tenga un menor coste total medio que la empresa C, por lo que D puede bajar el precio por debajo del coste total medio de C sin que sea un precio predatorio—y, por tanto, sin estar en pérdidas—sino como fruto de la competencia y la innovación.
La defensa a la estrategia desde la teoría de juegos
A pesar de que la estrategia de fijar precios predatorios pueda parecer irracional, dentro del modelo de la señalización, basado en teoría de juegos, esta podría ser una estrategia exitosa. Lo que nos dice el modelo de señalización es que la empresa depredadora no necesita llegara fijar precios por debajo del coste de producción, solo comprometerse a hacerlo de forma creíble. Como la estrategia de la fijación de precios predatorios en sí, esto es posible, pero eso no significa que tengamos que esperar que suceda.
Esta estrategia no garantiza que te vayan a creer. Para entender por qué es importante centrarse en la figura del director general. Por un lado, puede que los directores generales de las otras empresas entiendan de economía y sepan por qué no te saldría rentable fijar precios predatorios. Por otro lado, puede que consigues ahuyentar del mercado a algún director general a cargo de una potencial presa, pero nada te garantiza que vayas a poder hacerlo con otros directores generales quienes, si están dentro del mercado, pueden ver tu farol y quedarse o, si están fuera, entrar con la salida de las presas que se creyeron tu señal.
Para que un director general pueda señalizar eficazmente que va a fijar precios predatorios y que la competencia pueda creer que es un compromiso creíble, debe tener una gran seguridad laboral y la confianza de accionistas y consejo directivo, quienes, si no, podrían preocuparse por las pérdidas y demandar un cambio en la dirección, lo cual rara vez sea el caso entre el perfil de empresas que nos podemos plantear que vayan a tener unos bolsillos profundos para fijar precios predatorios (grandes empresas, multinacionales…).
La evidencia extraida desde los estudios de economía experimental nos da la razón, pues los investigadores son incapaces “de producir precios predatorios en un entorno estructural que, a priori, creíamos favorable a su aparición.”
La educación y la sanidad pública y sus precios predatorios
Aunque sea difícil encontra ejemplos de empresas privadas que en el mercado hayan seguido la estrategia de fijación de precios predatorios, podemos fácilmente pensar en dos industrias donde debido a la intervención gubernamental tenemos claros precios predatorios: la educación y la sanidad. De hecho, la educación y la sanidad pública siguen la estrategia de fijación de precios predatorios hasta tal punto que no solo venden sus servicios incurriendo en pérdidas, sino que los ofrecen gratuitamente.9 Según la estrategia que estamos revisando, esto debería ser más que suficiente para eliminar a la competencia. Pero no lo es, por lo que la depredación parece ser mucho menos efectiva de lo que puede parecer a primera vista.
En España, el 30% de los alumnos acuden a centros concertados y el 3% a privados. Es decir, a pesar de la extrema depredación de la educación pública, no ha podido hacerse con ese 33% restante del mercado. Con respecto a la sanidad, aunque contemos con un modelo de sanidad pública de depredación extrema, vemos la sanidad privada presta servicio al 24% de los españoles. Alguien podría pensar que esta alta cifra se debe a que, como la mútua de funcionarios españoles (MUFACE) les da la opción de elegir a los funcionarios entre ser atendidos por los servicios de sanidad públicos o privados y el 76% de los funcionarios eligen ser atendidos por la sanidad privada. Pero de la cifra del 24% de españoles, el 85% eran asegurados privados (incluyendo seguros de asistencia sanitaria y reembolso de gastos) y el 15% restante eran mutualistas de MUFACE, MUGEJU o ISFAS.
La depredación de la eduación y de la sanidad pública es doble, pues operan bajo restricciones presupuestarias de lo más laxas. Por un lado, no tienen una cantidad limitada de financiación de la que disponer. Cuentan, aparentemente, con recursos ilimitados para ofrecer sus servicios a coste 0 (del consumidor directo). Por otro lado, tampoco cuentan con un horizonte temporal fijo. Pueden continuar operando con sus precios predatorios, en un principio, indefinidamente. En un libre mercado, una empresa podría decidir continuar operando a pesar de ser depredada por otra porque estima que el final de su depredación está cerca. En este caso, no.
Además, si la depredación funcionase deberíamos ver—más aún en este caso de extrema depredación—como si las empresas depredadores suben los precios estas continuarían manteniendo su porcentaje de mercado. Es decir, que si por lo que fuese los servicios de educación y sanidad públicos perdiesen sus fondos estatales y tuviesen que cobrar por sus servicios, si la estrategia fijación de precios predatorios funcionare, estos seguirían manteniendo el 67% y el 76% de su mercado, respectivamente. No tenemos pruebas de que no fuera a ser así (más allá del hecho de que con los años no solo no han podido mantener el cupo de mercado, sino que lo han ido perdiendo a pesar del precio predatorio), pero es difícil pensar que sí.
Implicaciones normativas
La creencia en la estrategia de la fijación de precios predatorios es lo suficientemente sólida como para justificar las regulaciones que le siguen. Es mala economía positiva en busca de consecuencias normativas.
Las implicaciones normativas de esta creencia son que necesitamos cierto tipo de intervención para impedir que las empresas bajen demasiado sus precios, hagan competencia desleal, eliminen a otras empresas del mercado y consigan volverse monopolios. El principal problema es que cualquier intento de reducir o eliminar los precios predatorios puede afectar reduciendo o eliminando los precios que se han reducido como fruto de la competencia beneficiosa para los consumidores. Para el economista y, sobre todo, para el legislador, la causa del cambio es indiscernible.
Las bajadas de precios siempre son beneficiosas para los consumidores, pero la lógica detrás de la regulación contra los precios predatorios es que tenemos dos tipos de reducciones de precios: las que luego desembocan en un monopolio por parte de la empresa depredadora y las que no. El objetivo de las restricciones legales es proteger a los consumidores del primer tipo. No obstante, en t0, toda bajada de precios es buena y eso es una ganancia garantizada para el consumidor, pero de los escenarios posibles en t1, t1.1 (depredación) no lo será y t1.2 (competencia) sí y como de t0 lo más probable es continuar a t1.2, de t1.2 no puedes pasar a t1.1—pues si están es una situación de competencia perfecta necesitarías volver a bajar precios para depredar más parte del mercado—y de t1.1 sí que puedes pasar a t1.2—la empresa depredadora puede cambiar de estrategia, puede quebrar, otras empresas pueden entrar, las empresas que ya estaban en el mercado pueden continuar financiándose en mercados de capitales hasta volverá ser competitivas…—entonces, cualquier restricción legal a las reducciones de los precios será contraria al consumidor, pues le dañarán en cualquier caso al no poder distinguir si desde t0 el mercado se dirige a t1.1 o a t1.2, y el beneficio (protegerle de t1.1) no estará garantizado (pues con mayor seguridad se terminará en t1.2).
Esta regulación, por tanto, desincentivaría la competencia y la innovación, reduciendo la eficiencia productiva por una posible, aunque muy dudosa, mejora de la eficiencia asignativa.
El gobierno tiene tanto incentivo a regular que buscará cualquier situación que estime que se desvíe de su modelo de competencia perfecta como un fallo de mercado que requerirá regulación. Me recuerda a un chiste económico:
Estaban tres empresarios sentados en su celda en la cárcel y se preguntan qué hacen ahí. El primer empresario dice:
-Cobré un precio más alto que la competencia y me acusaron de especulación.
El segundo admite:
-Cobré menos y me acusaron de competencia predatoria.
El tercero, sorprendido, confiesa:
-Cobré lo mismo que el resto y me acusaron de cartelización.
Depredación o competencia
Como veíamos, es difícil diferenciar cuándo estamos ante bajadas de precios como resultado de la competencia del mercado o de la fijación de precios predatorios. Cualquier regulación contra la bajada de precios por el segundo motivo, dañará a los consumidores cuando se haga por el primero, obstaculizando la competencia, lo que producirá una pérdida de riqueza.
Los economistas suelen referirse al mercado como competitivo (o perfectamente competitivo) cuando las empresas tienen poco poder sobre el precio de su producto. Esta manera de entender la competencia la analiza desde una situación estática, lejos de cómo funciona la competencia de verdad.
El proceso de mercado es dinámico, entenderlo de manera estática nos da una pobre imagen de cómo funcionan realmente los mercados. Las empresas son microestructuras de capital que combinan y recombinan sus bienes de capital para producir el resultado más eficiente posible, es decir, para intentar solventar el problema de la economía de la mejor forma posible.10
La empresa que consiga encontrar una mejor combinación de bienes de capital para mejorar su producción y reducir así sus costes, tendrá una ventaja temporal ante el resto pues adquirirá una suerte de poder monopolístico temporal. Las empresas buscan hacer esto por los beneficios extraordinarios que obtendrán. Es decir, las empresas son organizaciones que, al ser propiedad privada de alguien, se encuentran los incentivos adecuados para la generación de información sobre cómo economizar. Al hacer esto, la empresa está creando nueva información, que, por la naturaleza no rival de esta, otras empresas podrán aprender e incorporar. Así, los precios en la industria tienen a bajar, incentivando de nuevo a una mejor reorganización del capital para volver a diferenciarse. Lo importante entonces para adquirir ese poder monopolístico temporal no es la cuota de mercado o el tamaño de la empresa, sino la correcta combinación de los bienes de capital, promovida por los incentivos generado por la propiedad privada sobre estos. La competencia es un proceso continuo de innovación, especialización y aprendizaje.
Los reguladores utilizan la concepción estática de la competencia—en el que todas las empresas operarían con los mismos costes medios y cobrarían el mismo precio—para justificar la intervención, pues estiman que cualquier desviación del modelo de competencia perfecta se debe a un fallo de mercado que el Estado debe solucionar. Pero esto, desde una visión más precisa de la competencia, vemos que no es así. Por eso, la regulación de los precios interfiere sobre los incentivos para crear esta nueva información sobre cómo economizar y si esta información no se genera, nos empobrecemos todos.
Por qué perdura la creencia de que las empresas depredan
Si, como decía, la defensa de la fijación de precios predatorios se basa en mala economía positiva, ¿por qué perdura? Hay varios motivos que nos explican esto. En primer lugar, porque, como hemos visto, es una buena narrativa para que los políticos justifiquen intervenir en el mercado y expandir la burocracia. Además, los políticos pueden utilizar la excusa de los precios predatorios para hacer demagogia electoralista y, por ejemplo, culpar de los problemas de las regulaciones que ellos impusieron o para justificar nuevas regulaciones a empresas extranjeras por fijar precios predatorios en tu país (en este caso se llama dumping).
En segundo lugar, por motivos ideológicos, pues a muchos activistas y grupos políticos enemigos del mercado les interesa mantener esta narrativa viva. En tercer lugar, porque a muchas empresas les interesa que esta regulación exista para poder eliminar a la competencia sin tener que bajar sus precios. Denunciar a tu competencia de depredadora es más fácil que innovar en la reducción de costes y/o aumentando la calidad de tu producto. En cuarto lugar, porque hay un gran negocio en la litigación mercantil por precios predatorios. Y, por último, tenemos a los malos economistas, que por una mezcla entre que no pueden ver más allá de lo que se ve—es decir, las consecuencias de los actos de la supuesta fijación de precios predatorios—y los anteriores motivos (ideológicos, quedar bien con las empresas para igual asesorarlas en un futuro o trabajar de experto en algún juicio), siguen perpetuando la idea de que las empresas actúan siguiendo esta estrategia.
Conclusión
La estrategia de la fijación de precios predatorios explica una práctica empresarial posible pero muy poco viable. La bajada de los precios en el mercado es una señal de que la competencia funciona. Si actuamos como si este fenómeno fuese negativo e incluso lo castigamos por ley, estaremos desincentivando la innovación y la reducción de costes de producción, por un lado, e incentivando el juego sucio entre empresas—pues buscarán demandarse entre ellas por depredación al mínimo indicio de reducciones de precios—, por otro. Esto hará que, aunque puedan, a las empresas les cueste más bajar los precios, lo que daña a los consumidores. La regulación que nace para paliar esta estrategia obstaculiza la competencia económica. Como decía antes, cualquier intervención en el mercado para prevenir los precios predatorios reducirá la eficiencia productiva por una posible, aunque muy dudosa, mejora de la eficiencia asignativa. Como también decía antes, toda reducción de los precios a corto plazo es una ganancia asegurada para los consumidores, mientras que la posibilidad de precios monopolísticos al largo es una mera conjetura que difícilmente ocurrirá, por lo que como clientes tenemos que esperar que las empresas sean tan temerarias como para querer depredar a su competencia bajándonos los precios. Salvo, claro, en los casos como la educación y la sanidad privada que pagamos a fondo perdido con nuestros impuestos.
¡Debate zanjado!
El coste total medio es el coste total de producción entre las unidades producidas.
El coste variable medio es el coste variable de producción entre las unidades producidas.
En algunos modelos neoclásicos se asume que el homo economicus tiene información perfecta. Aquí no hace falta si quiera asumir eso para entender por qué no siempre actuamos como el homo economicus podría predecir.
Si el precio fuese simplemente inferior al precio actual pero superior al coste total medio, la empresa B podría también bajar su precio sin incurrir en pérdidas. Si la estrategia de fijación de precios predatorios fuera viable, supondría que una empresa tendría que vender a pérdidas (por debajo del coste total medio) sostenidamente para disminuir las ventas de la competencia hasta que quiebren.
Beneficios = (Precio - Coste Total Medio) * Cantidad. Si P=0,5, CMe=1, Q1=500 y Q2=100, entonces: Beneficios de empresa A=(0,5-1)*500=-250; y beneficios de empresa B=(0,5-1)*100=-50.
Beneficios medios = Precio - Coste Total Medio.
Beneficio (pérdida) medio = 0,50-1 = -0,50.
Coste Total Medio - Coste Variable Medio=0,50-0,75=-0,25.
Los servicios no los pagan los usuarios cuando los reciben, sino los contribuyentes presentes y futuros mediante impuestos y deuda.
El problema que intenta resolver la economía es la economización de la producción, averiguar cómo utilizar los recursos disponibles para obtener el resultado mejor valorado posible. El objetivo es satisfacer tantas necesidades como sea posible.