Los amish son una secta protestante que se separó de los anabaptistas suizos a finales del siglo XVII; a partir de mediados del siglo XVIII, muchos de ellos se establecieron en América. Los amish son el grupo religioso que más rápido crece en EEUU, doblando su población cada 20 años, aproximadamente. En 1920, había unos 5.000 amish; en 1992, 125.850; en el año 2000, eran 174.810 y en 2024 son 394.720. Esto se debe a sus altas tasas de fertilidad, avances de la tecnología moderna y capacidad de retención.
Los amish son conocidos por su rechazo a la mayoría de tecnologías modernas. No tanto porque no las conozcan o crean que sea perversa, sino por el potencial de perturbar sus sistemas sociales.1 A mí me gustan por su sistema de normas privado para solucionar los problemas de coordinación interna, sobre el que aprendí gracias a David Friedman en su libro Legal Systems Very Different from Ours. Este conjunto de normas se llama el ordnung y es propio de cada congregación, es decir, agrupación de unos veinticinco a cuarenta hogares. Las congregaciones tienen ordnungs similares, pero con ciertas diferencias, haciendo unos más estrictos que otros.
El ordnung define normas específicas para los miembros de la congregación, como evitar demandas, formar parte de jurados o unirse a organizaciones políticas, además de restricciones sobre ciertas tecnologías. Las reglas y su rigor varían según la congregación. Dos veces al año, todos los miembros se reúnen para comulgar y, previamente, se les consulta si están de acuerdo con el ordnung y en paz con la hermandad. La comunión se pospone hasta que haya consenso. Aunque los desacuerdos se expresan, generalmente se acepta la posición del clero. Cambios en el ordnung requieren tiempo y consenso, con aprobación de los líderes.
Con el conjunto de normas privadas, viene un sistema de aplicación de estas también privado. Cuando un miembro viola el ordnung, el obispo o ministros lo visitan. Si se muestra arrepentido, el incidente se ignora (nivel uno). Si persiste, se realiza una reunión en el próximo culto para proponer un castigo, que debe ser aprobado por unanimidad. Para faltas menores, puede hacerse una “confesión sentada” (nivel dos). Faltas más graves requieren una “confesión arrodillada” (nivel tres). El castigo más severo (nivel cuatro) es una prohibición de seis semanas con aislamiento social. Si el miembro confiesa y promete respetar el ordnung, puede ser readmitido. Si no se arrepiente, puede ser excomulgado y sometido a Meidung (rechazo social). Esto limita su interacción con otros, pero no lo expulsa físicamente. El contacto social se restringe, y las interacciones comerciales con excomulgados requieren intermediarios. Un miembro excomulgado puede ser readmitido si se arrepiente y confiesa sus pecados.
Los amish van al colegio pero solo hasta el equivalente a segundo de la ESO. Han convencido a las autoridades estatales y al Tribunal Supremo para que les concedan una exención parcial de las leyes de escolarización obligatoria. Cuando cumplen 16 años se inicia un periodo llamado el Rumspringa. Esta es una etapa en sus vidas en las que tienen que salir de sus comunidades y vivir con los “ingleses” (como llaman ellos a los no amish), probar otro estilo de vida y finalmente volver y aceptar explícitamente el estilo de vida amish y las normas de tu comunidad. Friedman lo describe así:
El ordnung solo es aceptado y vinculante para los miembros de la congregación cuando, ya adultos, son bautizados. Por tanto, desde los dieciséis hasta los veinte años más o menos, un joven adulto es, hasta cierto punto dependiendo de la congregación, libre de actuar de formas normalmente prohibidas, un periodo conocido como Rumspringa. Eso puede incluir ir a la ciudad a ver una película, salir de fiesta, trabajar en la ciudad en empleos que de otro modo se considerarían inapropiados, incluso (encubiertamente) sacarse el carné de conducir y conducir un coche. Esto ofrece a los jóvenes la oportunidad de comparar la vida fuera de la comunidad amish con la vida dentro antes de tomar una decisión definitiva. Sin embargo, en su mayor parte, los jóvenes amish en Rumspringa sólo interactúan con otros jóvenes amish. Esa decisión final es si aceptan el bautismo y se someten al ordnung. Antes de la ceremonia, los ministros ofrecen al joven adulto la oportunidad de echarse atrás, diciéndole que “es mejor no hacer un voto que hacer un voto y luego romperlo...”. Una gran mayoría, según una estimación cuatro de cada cinco, opta por hacer el voto.
Este método de confirmación la aceptación de las reglas me parece un buen instrumento para replicar en una futura sociedad anarquista. Y es que la estructura de las comunidades amish tiene ciertas similitudes con la de una anarquía, pues cada comunidad tiene su conjunto de normas que aceptas voluntariamente y puedes moverte de congregación a congregación, según tu gusto por sus normas. Generalmente, la adherencia a una congregación requiere un desplazamiento geográfico, pero existen casos donde dos congregaciones están tan próximas que te puedes vincular a las normas de una manteniendo tu residencia en la que estabas originalmente. Como dice Friedman:
Un sistema de este tipo puede considerarse un mercado competitivo de normas jurídicas, obligado, como otros mercados competitivos, a producir el producto que desean los clientes. La dictadura competitiva2 es el mecanismo que utilizamos habitualmente para controlar hoteles y restaurantes; los clientes no tienen voto para decidir de qué color están pintadas las paredes o qué hay en el menú, pero sí tienen voto absoluto para decidir a cuál van.
Los amish, además, no pagan impuestos a la seguridad social, ni los trabajadores por cuenta propia, desde 1965, ni los amish que trabajan para otros amish, desde unos años después. Su justificación es que los programas de seguros son apuestas que pretenden planificar y proteger la fortuna de uno en lugar de cederla a la voluntad de Dios.
Los amish están actualmente en las noticias pues se registraon y acudieron en masa a votar por Donald Trump, especialmente en Pensilvania, el estado con mayor población amish y también uno de los estados morados más disputados en cualquier elección presidencial de EEUU, pues cuenta su victora supone 19 delegados electorales. Trump ganó por 130.000 votos. La población amish en Pensilvania es de 90.000, por lo que no todo fue cosa suya, pero sin duda jugaron un papel importante.
No está muy claro por qué, pues son una comunidad que tiende a vivir alejada de los asuntos de los “ingleses”, pero parece que el motivo por el que los amish votaron en estas últimas elecciones en números histórico es el exceso de interferencia gubernamental.
Amos Miller es un granjero amish propietario de Amos Miller Organic Farm. La página web de la granja afirma que son una “asociación privada de miembros” que envía “alimentos tradicionales de la granja amish... directamente a su puerta”. Según este modelo, la granja de Miller vende productos criados en su granja y en otras granjas amish locales exclusivamente a los miembros de la asociación privada. La granja de Miller no vende productos al público, pero se puede ser miembro vitalicio de la asociación privada pagando una cuota única de 35 dólares. El 4 enero de 2024, el Departamento de Agricultura protagonizó una redada en la granja de Miller, confiscando material por valor de más de 100.000 dólares afirmando que los productos lácteos crudos habían causado enfermedades entre los niños locales.
El 23 de enero de 2024, el Fiscal General interpuso una demanda contra Miller en nombre del Departamento con el fin de impedir sus ventas de leche cruda hasta que obtuviera un permiso. El juez Sponaugle concedió la medida cautelar que prohibía a Miller y a sus negocios “fabricar, procesar, comercializar, vender y/o distribuir leche cruda y/o productos elaborados con o a partir de leche cruda” hasta que se celebrara la vista sobre la prórroga de la medida cautelar. Miller se opuso a la medida cautelar alegando que su negocio no era un establecimiento de venta de alimentos al por menor, un establecimiento alimentario o un productor de leche que requiera permiso... en el sentido de la ley de permisos. . en el sentido de los requisitos necesarios de autorización”. Cuando el juez Sponaugle le preguntó en la vista del requerimiento judicial del 29 de febrero de 2024 por qué se negaba a obtener un permiso, Miller declaró que, según la legislación de Pensilvania, un titular de permiso solo puede producir leche cruda y queso duro elaborado con leche cruda. La granja de Miller produce productos de leche cruda como yogur, mantequilla y kéfir, y no desea detener sus operaciones—que él ve como la producción de alimentos que es a la vez religiosamente importante y médicamente necesaria para sus clientes—.
Tras la vista, el juez Sponaugle ordenó a Miller que dejara de vender y comercializar leche cruda y productos elaborados con leche cruda, y le prohibió producir leche cruda bajo cualquier concepto, salvo para el consumo de su familia directa. El juez Sponaugle modificó posteriormente la orden para aclarar que a Miller solo se le prohibía comercializar y vender leche cruda y productos lácteos crudos dentro de Pensilvania. Aunque la ley federal prohíbe la venta de leche cruda en el comercio interestatal, el juez Sponaugle declinó ocuparse de una cuestión que estaba bajo jurisdicción federal, pero sugirió que la participación de la FDA era apropiada si decidía implicarse en el asunto. La FDA no participa actualmente en el litigio, pero el caso sigue su curso.
Todo este revuelo generó que los amish se preocuparan por su estilo de vida y por la posible intromisión de los “ingleses” en este. Pero entre los ingleses, había uno que les prometía drenar la ciénaga y recortar la burocracia excesiva, Donald Trump.3 Además, parece ser que el activista conservador Scott Presler también jugó un papel importante a la hora de movilizar politicamente a los amish y convencerles de que votaran por Donald Trump.
Los amish no fueron decisivos para que Trump ganase Pensilvania, ni Pensilvania para ganar las elecciones. No obstante, me parece curioso como esta comunidad que busca vivir aislada del resto se movilizó cuando vio su estilo de vida en peligro.
Esto me recuerda a los pueblos de las montañas, como el de Zomia, que describe James C Scott. Según Scott, muchos de estos pueblos desarrollan normas para impedir la posibilidad de que nazca el estado en su territorio de cualquier manera.
Como los castigos requieren unanimidad entre la decisión del obispo y los miembros, podemos ver el sistema como una democracia pequeña, pero como los miembros prácticamente siempre están de acuerdo con las decisiones de los obispos, la comunidad puede verse como una dictadura, aunque una competitiva.
Que lo cumpla o no está por ver, pero lo que está claro es que lo ha prometido.
¿Estás seguro de que los amish no pagan las cotizaciones a la Seguridad Social? Miguel Anxo Bastos siempre los pone de ejemplo cuando se negaron a pagarlas y el Tribunal Supremo setenció que se trataba de un impuesto y aceptaron pagar.