Karl Popper describió la llamada paradoja de la tolerancia en un pie de página del primer volumen de su La sociedad abierta y sus enemigos. Popper decía:
La tolerancia ilimitada debe conducir a la desaparición de la tolerancia. Si extendemos la tolerancia ilimitada incluso a los intolerantes, si no estamos dispuestos a defender una sociedad tolerante contra la embestida de los intolerantes, entonces los tolerantes serán destruidos, y la tolerancia con ellos. - Con esta formulación no quiero decir, por ejemplo, que debamos suprimir siempre la expresión de filosofías intolerantes; mientras podamos rebatirlas con argumentos racionales y mantenerlas a raya gracias a la opinión pública, la supresión sería ciertamente imprudente. Pero debemos reclamar el derecho a suprimirlas si es necesario, incluso por la fuerza; porque puede resultar fácilmente que no estén preparadas para enfrentarse a nosotros en el plano de la argumentación racional, sino que empiecen por denunciar toda argumentación; pueden prohibir a sus seguidores que escuchen la argumentación racional, porque es engañosa, y enseñarles a responder a los argumentos mediante el uso de sus puños o pistolas. Por lo tanto, deberíamos reclamar, en nombre de la tolerancia, el derecho a no tolerar a los intolerantes.
La paradoja de la tolerancia ha sido malinterpretada, especialmente por la gente de izquierdas para justificar la prohibición ideas y discursos contrarios a los suyos. El malentendido de la paradoja se ejemplifica con la siguiente imagen, difundida en ocasiones para justificar la censura.
Es decir, para algunos lo que dice Popper es que podemos reprimir ciertas ideologías de ser meramente expresadas solo por el hecho de ser ideas contrarias a las de una sociedad. Alguno podrá decir “no, la imagen no dice eso, dice que no se puede ser tolerante con los que prediquen la intolerancia y la persecución”. Pero, ¿la intolerancia con respecto a que? ¿Y la persecución a qué? La respuesta es clara: la intolerancia y la persecución a lo que hoy está permitido, pues en todas las sociedades tiene que existir intolerancia y persecución hacia algo—ninguna sociedad puede sobrevivir sin normas1 y las normas, en última instancia, son prohibiciones sobre ciertas conductas (es decir, intolerancia y persecución a estas)—.
Para Popper, al contrario que para la izquierda, el intolerante no es el que piense (demasiado) distinto a nosotros, sino los que respondan “a los argumentos mediante el uso de sus puños o pistolas”. Es irónico que es la propia izquierda, la que justificándose en que ciertas ideologías son intolerantes, utilizan los puños y las pistolas del Estado para silenciar ciertos argumentos racionales.
Esta manera de justificar la censura de ideas que ha adoptado la izquierda podría parecer propia de los conservadores. Hay casos donde sí que vemos a los conservadores invocar una suerte de paradoja de la tolerancia de Popper al hablar de la tolerancia hacia gente de otras religiones, en especial del Islam, al decir que si seguimos dejando entrar a población musulmana pronto serán la mayoría y cuando así sea se volverán intolerantes (en este caso, violentos, es decir, como lo entendía Popper) con el resto. Esta preocupación no es infundada, pues los países musulmanes son algunos de los más represivos con otras religiones. No obstante, esto sigue sin ser suficiente para utilizar la fuerza contra ellos y proteger la tolerancia existente entre el resto,2 pues por razonable que pueda llegar a ser esta preocupación, solo les convertiría autenticamente en intolerantes cuando usasen la fuerza o ante una amenaza creible e inminente fuere de cualquiera duda.
Toda organización política es intolerante salvo el anarquismo. En un orden anarquista, la gente formaría comunidades según las normas bajo las que prefiriese vivir. Existen dos posibilidades. La primera es que la gente se juntase en agrupase en lo que llamo sociedades de derecho privado, comunidades donde las normas se generan en el mercado. Podríamos vivir en residencias que fueran nuestra propiedad privada individual y donde no tuviesemos que acatar ninguna norma para poder vivir allí, pero que las normas de convivencia con los demás serían fruto de contratos voluntarios con terceros.3 La segunda opción serían todo el resto de comunidades, desde sociedades anarco-ruralistas a estados democráticos sociales modernos.
Todos los estados actuales son intolerantes, pues en vez de responder con argumentos las ideas contrarias, lo hacen con puños y pistolas. El estado cataloga ciertas ideas, personas o comportamientos como negativos y utiliza las leyes—y, por tanto, la violencia detrás de ellas—para prohibirlos. Los agentes del estado no buscan entrar en el mercado de ideas a convencerte de que no consumas droga y, de hacerlo, es una mera fachada pues tienen el monopolio legal de la violencia de apoyo para usarlo contra ti en caso de que no queiras hacerles caso. Todo estado, por tanto, debería estar ser considerado ilegítimo pues predica la intolerancia y persecución hacia ciertas ideas, personas o comportamientos.
Si tú voluntariamente has aceptado estas normas, entonces este cuerpo legislativo no pdoría calificarse de intolerante. Pero en caso de que no, como sucede en toda sociedad que no emerge de un orden anárquico por voluntad de sus miembros, es una sociedad intolerante a la que se le debe de rechazar incluso con la fuerza.
La anarquía tiene esta superioridad moral pues acepta dentro de ella todo tipo de sociedad siempre que sea voluntaria. No todas tienen que ser sociedades de derecho privado para ser fruto de un orden anarqusita. Es cierto, que la división anterior la he realizado porque existe una diferencia entre estas sociedades y el resto: en las de derecho privado todo norma que te va a regir la has aceptado anteriormente o has aceptado una norma que permitía un cambio sin tu aceptación explícita, pero esto no sucede con el resto de sociedades, pues las normas terminan emergiendo de autoridades no delegadas. Aún así, estas serían sociedades tolerantes. Dentro de la anarquía se respeta cualquier otro tipo de sociedad, siempre que se forme voluntariamente. Por eso, siempre que quieras vivir bajo un tipo concreto de gobierno y estés de acuerdo con que quien viva contigo bajo esas normas lo haga por que quiere, serás anarco-X. Por eso también, pueden existir tantos adjetivos para acompañar al prefijo anarco- como ideas de comunidades humanas tengamos.
Me gusta esta frase de Walter Block:
El comunismo voluntario, junto con el capitalismo del laissez-faire, no tiene nada de qué avergonzarse por motivos morales y económicos. Cada uno puede levantar la cabeza, bien alta. Lejos de ser enemigos, no son más que las caras opuestas de una misma moneda voluntarista. Juntos, deben luchar contra la coerción del Estado, llámese capitalismo de Estado o socialismo de Estado.
Cualquier otro modelo de sociedad cabe en el mío, pero el mío no cabe en el del resto. Por eso puedo decir que cualquier otro modelo, fuera del anarquismo, es inherentemente intolerante y se encuentra en inferioridad moral, por lo que debe ser rechazado.
Antes de que lo pienses, los anarquistas no defienden la anomia (igual alguno lo hará). Los anarquistas defendemos que la gente se asocie voluntariamente y dentro de esas posibles asociaciones, estamos los anarquistas de derecho privado, que seríamos la vertiente más reduccionista dentro del anarquismo pues defendemos que las normas sean fruto del mercado.
Al menos según la paradoja de Popper, que es lo que estamos intentando afinar aquí, puede que según otro criterio sí que sea justificable utilizar la ley y la fuerza contra ciertos grupos por el hecho de pertenecer a esos grupos.
Alguien puede pensar que si alguien nos agrede, ahí no hay ningún contrato por lo que aparente tampoco ninguna norma para defendernos, pero ahí entraría tu contrato con tu aseguradora y/o agencia de arbitraje. Estas podrían ponerte normas sobre tu comportamiento igual que exigirle el resarcimiento del daño a otras aseguradoras.