Índice:
Introducción
La pobreza es uno de los fenómenos más estudiados entre los economistas. La pobreza es el estado natural de la humanidad. Como dice Per Bylund:
¿Qué causa la pobreza? Nada. Es el estado original, el punto de partida por defecto. La pregunta real es ¿qué causa la prosperidad?
Esta explicación nos permite explicar por qué perdura la pobreza por el mundo y, sobre todo, nos dice por qué hay gente que nace pobre. No obstante, no nos permite conocer por que la gente muere pobre. Nacer pobre no es culpa tuya. Morir pobre, puede que sí. Sin embargo, decir que la pobreza es el estado natural no nos explica por qué hay gente que no muere pobre y, especialmente, no nos dice por qué hay gente que nace rica.
Todos los economistas quieren erradicar la pobreza o al menos esa es la intención que expresan. Hay corrientes de economistas como los socialistas o los decrecentistas cuyas políticas terminarían causando más pobreza, pero, al menos explicitamente, dicen buscar terminar con la pobreza, por lo que nos quedaremos con lo que dicen. Puede que entre los economistas que estudien la pobreza no todos tengan objetivos activistas, sino que lo hagan por curiosidad, para entender mejor qué la causa y cómo se reduce. No obstante, me atrevería a decir que hasta si les preguntas a estos te dirán que prefieren reducirla. Parece entonces que hay cierto consenso entre los economistas de que la pobreza es algo que deberíamos erradicar.
Cuando hablamos de terminar con la pobreza no nos referimos a terminar con la gente pobre, sino con las condiciones que hacen que alguien se considere pobre. Como casi todo lo que es importante en economía, es difícil medir la pobreza y decidir quién es pobre. Hay distintos umbrales de pobreza y cada país suele aplicar el suyo. La cifra que utilizaba el Banco Mundial para medir la extrema pobreza era la de 1,90 dólares al día con los precios de 2011; es decir, aquel que viviese por debajo de esto se consideraba en situación de extrema pobreza. Esta cita se actualizó en octubre de 2022, aumentando a 2,15 dólares con los precios de 2017. (Esto puede llevar a que presente algunos datos con una u otra cifra, según la disponibilidad. Cuando hable de la cifra de 1,90$, diré extrema pobreza(1) y cuando use la cifra de 2,15$, extrema pobreza(2).) Por lo tanto, hablar de reducir la pobreza se traduce en aumentar el nivel de riqueza de estas personas hasta vivir por encima de este umbral si hablamos de pobreza extrema, o de algún umbral nacional.
Como defiendo en mi artículo sobre cuál es el rol del economista, los economistas pueden emitir juicios de valor—en este caso: la pobreza es mala1 y, por tanto, hay que acabar con ella—pero, para ser buenos economistas primero tienen que entender la teoría económica—en este caso: cuáles son las causas de la pobreza—para poder emitir recomendaciones como economistas, y no como meros activistas.
Estado de la pobreza
A nivel global también hemos visto una reducción drástica de la población viviendo en extrema pobreza(1): en 1820, el 94% de la población vivía en pobreza extrema; en 1990, el 34,8%; en 2015, el 9,6%; y en 2019, el 8,7%. Parece ser que esta tendencia fue interrumpida en 2020, debido a un amento en la pobreza global causa del COVID-19. Las proyecciones anteriores a la pandemia estimaban que la pobreza siguiese disminuyendo, pero según las estimaciones oficiales del Banco Mundial, esta pudo haber aumentado hasta un 9% (desde un 8,4%, pues es con el dato de pobreza extrema(2)). A pesar de este aumento puntual, la tendencia bajista es clara (la midas como la midas)
No obstante, la pobreza perdura—por poco que sea—aun cuando hay países donde la gran mayoría de sus habitantes no viven en pobreza extrema. Es decir, parece que hay países o individuos en países que han encontrado la receta para la prosperidad, para librarse del estado natural, mientras que otros no. En 2017, la pobreza extrema en Reino Unido eral del 0,31%. En 2018, en Israel era del 0,5% y en Mongolia del 0,71%. En 2019, Dinamarca tenía una pobreza extrema del 0,25%, Turquía, 0,36%, Estonia, 0,56% y España del 0,79%. En 2020, en Chile y Paraguay, del 0,75 y 0,81% respectivamente.2
De nuevo, que existan países ricos significa que hay posibilidades de evitar la pobreza absoluta. Por lo tanto, la pobreza puede ser nuestro estado natura, pero no tiene por qué ser nuestro estado inevitable. Por ello, nos tenemos que preguntar por qué hay gente todavía muriéndose pobre cuando parece cada vez más fácil escapar de la pobreza o, al menos, de la pobreza extrema. Creo que es importante centrarse en la pobreza extrema porque esta es la que lleva a quien la sufre a la muerte, es el principal problema por erradicar. Una vez todo el mundo viva por encima del dólar noventa o dos dólares quince al día , ya nos podemos centrar en el siguiente objetivo y preguntar por qué no todo el mundo vive por encima de los cinco dólares diarios.
Entonces, ¿qué es lo que causa que haya gente que se siga muriendo pobre a pesar del gran crecimiento económico que ha experimentado la humanidad y a pesar de que parece relativamente fácil no vivir por debajo de dos dólares con quince al día en tantos países? Otra manera de enforcarlo es: ¿de quién es la culpa de morirse pobre?3 Parece ser que la culpa se puede dividir, aunque no a partes iguales, entre los gobiernos del primer mundo, los del tercero, y los mismos pobres.
Sospechosos #1: Los gobiernos del primer mundo
La política económica de un país no viene dada. Igual que los gobiernos siguen un curso de acción, podrían seguir otro. Nada les obliga a tomar medidas socialistas. Así que, en la medida que lo hagan, es culpa de ellos.
Política migratoria
La principal y más clara causa por la que los gobiernos del primer mundo tienen parte de culpa de que haya gente que muera pobre es por las restricciones migratorias que imponen. Esto lo desarrollaré más en un artículo en el que llevo demasiado tiempo trabajando (o, más bien, que he dejado demasiado tiempo en reposo) y lo enlazaré cuando esté. Aquí dejo un extracto del artículo que resume lo importante del tema:
Primero, si los países tuviesen un régimen de fronteras abiertas se aumentaría la utilidad mundial aumentando la producción mundial mientras se reduce la pobreza. Los economistas estiman que el PIB mundial podría aumentar entre un 50 y un 150%. Eso concluye Michael Clemens en su artículo Economics and Emigration: Trillion-Dollar Bills on the Sidewalk? tras realizar una revisión literaria de otros trabajos al respecto: Ana Marie Iregui estima un crecimiento del 67%, Jonathon W. Moses y Bjorn Letnes calculan un 96,5%, Paul Klein y Gustavo J. Ventura estiman un 121,7% y Bob Hamilton y John Whalley, un 147,3%. Aunque haya errores de cálculo, lo que está claro es que supondría una mejora considerable respecto al status quo. Incluso un incremento del 10% del PIB mundial supondría una creación adicional de riqueza de 9 billones de dólares cada año.
Segundo, el aumento de la producción derivado de la apertura de fronteras beneficiaría a una gran parte de la población mundial, las mayores ganancias irían desproporcionadamente hacia las personas más pobres. Aunque los efectos distributivos favorables a los pobres interesan especialmente a los igualitaristas, también son importantes para los utilitaristas porque las ganancias adicionales de dinero de los pobres reportan más utilidad a estos que a los ricos. Así, en la medida en que los beneficios de la apertura de fronteras los disfrutan más los pobres, obtenemos aún más beneficios utilitarios que si se distribuyeran por igual. La apertura de las fronteras claramente aceleraría el fin de la pobreza mundial. Podemos ver el efecto de esta reducción de la pobreza mundial en el caso de Haití, donde el 82% de los allí nacidos han escapado de la pobreza por inmigrar. Las fronteras abiertas son la mejor política para el desarrollo, no solo por su eficacia sino por su coste, cero—solo es no impedir a otros llegar—, reportando así enormes beneficios.
Existe una tradición de culpar a los países del primer mundo de no haber salvado a los países tercermundistas de la pobreza donando aún más dinero. Pero esto, además de ser contraproducente como hemos visto, es injusto, pues no se debería culpar a alguien por no dar todo su dinero a otros. Pero sí que puedes culpar por restricciones migratorias. No es lo mismo decir que alguien está muriendo porque no le has dado todo tu dinero, que porque estás usando el poder del gobierno para impedirle entrar.
Proteccionismo
La segunda causa por la cual los países del primer mundo tienen culpa es por la imposición de barreras al comercio que imponen. Beneficiando a su industria nacional mediante aranceles no solo dañan a sus consumidores, sino también a los productores externos, muchos de los cuáles provienen de los países más pobres, razón por la cual pueden poner esos precios más bajos que las de la industria nacional.
Henry George dijo sobre le proteccionismo:
El proteccionismo nos enseña a hacernos a nosotros mismos en tiempos de paz lo que nos quieren hacer nuestros enemigos en tiempos de guerra
Ayudas al desarrollo
La tercera causa son las ayudas al desarrollo, las cuales perjudican más que benefician. El motor de la civilización son las condiciones bajo las cuales la búsqueda del interés propio promueve una mejora social. Estas condiciones son las del respeto a los derechos de propiedad, a los contratos, el resarcimiento del daño y la división del conocimiento. Cuando los individuos operan bajo estas condiciones, se puede dar el progreso económico, pues los recursos se asignarán automáticamente allí donde maximicen su valor para la sociedad. En este entorno institucional, surgen precios de mercado que comunican información a los empresarios sobre cómo utilizar los recursos de manera que aumenten la riqueza, y los empresarios tienen incentivos para actuar sobre la base de esta información. Empresarios tanto nacionales como internacionales pondrán de su capital para invertir en bienes de producción más eficientes, necesario para el crecimiento. Por lo tanto, si los países tercermundistas quieren crecer, necesitan que emerjan las instituciones pertinentes para que se den estas condiciones. En caso contrario, el país se estancará. El problema con la ayuda al desarrollo es que subvenciona a las élites extractivas locales que dificultan el surgimiento de estas instituciones. Estas élites pueden continuar con su saqueo gracias a la constante financiación que reciben de los contribuyentes de países del primer mundo.
Podría ser que alguien argumentase que las ayudas al desarrollo sí que funcionan porque los estados del primer mundo simplemente no darían dinero a los gobiernos más corruptos. Pero según el estudio de Alberto Alesina y Beatrice Weder, esto no es así, no hay ninguna evidencia de que los gobiernos menos corruptos reciban más ayudas.
Estas élites extractivas no solo son políticos, sino también burocracias y agencias de ayuda al desarrollo que se forman en torno a la industria global de la “lucha contra la pobreza”. Las burocracias y agencias tienen incentivos para que aumente la financiación y no se reduzca el problema, pues su trabajo depende de ello.
Como ejemplo de esto, tenemos el caso que cita William Easterly. Después de donar dos mil millones de dólares durante 20 años a la construcción de carreteras en Tanzania, las carreteras no mejoraron, pero sí que lo hizo la burocracia: los funcionarios tanzanos redactaban dos mil cuatrocientos informes al año para las miles de misiones de donantes que visitaban cada año.
También deberíamos dudar si estas ayudas llegan a los pobres pues en países desarrollados los que más se aprovechan de la redistribución son las clases medias pues son los mayores beneficiados del gasto público rival: seguridad social, educación pública y pensiones.
Una alternativa podría ser darles bienes en vez de dinero. El problema con eso es que eliminas cualquier industria que pudiese emerger en estas zonas. Si importas toda la ropa necesaria en Etiopia, no dejas que la industria textil florezca y para cuando la necesites, como para arreglar la ropa que tienen, no hay nadie con el conocimiento necesario para poder arreglar la ropa, por lo que te encuentras a merced de que los países del primer mundo te vuelvan a enviar más. No hace falta que todos los países produzcan de todo. La manera de España de producir relojes es produciendo aceite e intercambiando con Suiza. Pero otra cosa muy diferente es esa competencia artificialmente hinchada por el dinero de los contribuyentes del primer mundo a la que se tendrían que enfrentar los productores del tercero. Estos ni siquiera tienen una oportunidad para intentar ser más productivos y vender sus productos a un precio por debajo del precio mundial, sino que se encuentran que sus posibles clientes tienen la opción de elegir un bien gratuito y seguramente de mayor calidad—pues los productores de países ricos han tenido el tiempo necesario para adquirir el know-how y mejorar sus técnicas de producción, que los de países pobres no—o el suyo.
Otra alternativa, podría ser que los países decidiesen en qué se invierte y subvencionar la industria local. David Skarberk y Peter Leeson critican esta opción, que es la utilizada por los defensores de las ayudas al desarrollo para demostrar que funcionan. El problema con esta opción es que es planificación central, por lo que, aunque funcione porque causa que se genere más de un bien, funciona igual que funcionaban los planes de acero de la Unión Soviética. Funciona porque se está aumentando la producción total al dedicar más recursos a su estructura de producción, pero no funciona en un sentido económico. Para que haya crecimiento económico, tiene que haber eficiencia económica: los recursos deben asignarse allí donde maximicen su valor para la sociedad. Para esto hacen falta las instituciones anteriormente mencionadas.
Los estudios sobre los efectos de la pobreza en el crecimiento avalan mi tesis. En palabras de William Easterly:
Los gobiernos de los países pobres, a través de los cuales se dirige la ayuda, suelen tener pocos incentivos para aumentar el potencial productivo de los pobres, sobre todo cuando hacerlo puede generar un activismo político que amenace a la élite política actual. En este difícil entorno, las propias agencias de ayuda no tienen muchos incentivos para obtener resultados, ya que éstos son en su mayoría inobservables. Difícilmente se puede supervisar el crecimiento de un país determinado en un año concreto, ya que el crecimiento en un año determinado o incluso a lo largo de varios años refleja demasiados factores además de la ayuda. En estas circunstancias, es comprensible que los organismos de ayuda prefieran hacer hincapié en un indicador observable del esfuerzo, a saber, los desembolsos de ayuda.
En definitiva, los países donantes son culpables.
Con estas tres primeras causas podemos culpar principalmente a los gobiernos del primer mundo de mantener en la pobreza a ciertas personas del tercer mundo. Las siguientes tres explican por qué se mantiene la pobreza en el primer mundo.
Regulaciones laborales
El cuarto motivo serían las regulaciones que imponen sobre el mercado laboral como el salario mínimo. El salario mínimo ilegaliza trabajar por menos de lo que el gobierno arbitrariamente estima oportuno. El salario mínimo del mercado es cero, independientemente del salario mínimo legal. El salario mínimo del mercado, cero euros, es el salario que recibirían todos aquellos cuyo valor descontado de su productividad marginal sea inferir al salario mínimo legal debido a que el gobierno les impide trabajar por menos de un umbral el cual su productividad actual aún no alcanza. Las empresas tampoco podrán crecer y generar valor como lo harían si pudiesen contratar a estas personas dispuestas a trabajar por menos que el salario mínimo.
Estado del Bienestar
En quinto lugar, tenemos el estado del bienestar. El estado de bienestar reduce los costes de los comportamientos negativos que los pobres deberían evitar llevándolos a entrar en un ciclo de dependencia hacia el estado que les impide progresar.
Redistribución de la riqueza
Y, por último, la redistribución de la riqueza. Al redistribuir la riqueza de las personas con altos ingresos a la gente con bajos ingresos termina perjudicando a la larga a los pobres. La gente con ingresos más altos invierte una mayor parte de su renta que la gente con bajos ingresos, por lo que la redistribución de riqueza de los primeros a los segundos reducirá la inversión total de la sociedad, reduciendo el crecimiento económico. Como los cambios en la tasa de crecimiento tienen un impacto total exponencialmente mayor a medida que se acumulan en periodos de tiempo más largos, una tasa de crecimiento más baja supondrá una gran diferencia en la riqueza material de las generaciones futuras, lo que afectará principalmente a los pobres, que son los más beneficiados de los aumentos en la productividad.
Como defiendo arriba, además, las políticas redistributorias suelen beneficiar a las clases medias a costa de los pobres, pues estas son las que más disfrutan de los servicios públicos rivales.
Sospechosos #2: Los gobiernos del tercer mundo
Como no, los gobiernos donde más pobres hay también tienen su parte de culpa.
Ausencia de libertad económica
La libertad económica escasea en los países en desarrollo y la libertad económica es una de las principales causas del crecimiento. La gente se capitaliza más allá donde los derechos de propiedad se respetan. Permitir una mayor libertad económica está en manos de los países del tercer mundo. No solo la teoría nos dice que una mayor libertad económica causa un mayor crecimiento, sino que la práctica también lo hace.
Por tanto, las regulaciones, gravámenes, aranceles, expropiaciones, licencias, inflación y las otras maneras en las que el gobierno interviene en el libre funcionamiento de la economía empobrecen a su población y se les puede atribuir directamente a ellos como culpa de su actividad.
El principal problema lo encontramos en los lugares más intervenidos. La gente busca prosperar y tiende a hacerlo, salvo allí donde se les imposibilita mediante intervención estatal. Jeffrey D. Sachs y Andrew Warner estudian la generación de riqueza y concluyen que con evitar las peores políticas (socialismo, autarquismo y expropiación), ya se puede conseguir un crecimiento económico al largo plazo sólido. Afirman que:
No hay ni un solo país en nuestra muestra (que abarca 111 países y aproximadamente el 98% del mundo no comunista en 1970) que aplicara políticas de libre comercio durante todo el período 1970-89 y que, sin embargo, tuviera un crecimiento per cápita inferior al 1,2% anual (Suiza tuvo el crecimiento más bajo, con un 1,24%). Y ni un solo país en desarrollo abierto creció por debajo del 2% anual (Grecia, con un 2,38%, y Jordania, con un 2,58%, son los más bajos).
Regulaciones contra las multinacionales
Las regulaciones contra las multinacionales son de las más dañinas. Las multinacionales, por un lado, ayudan a mitigar la pobreza por algo tan simple como que generan empleo. Mucha gente se opone a que las multinacionales abran fábricas y contraten a gente en países tercermundistas. Las multinacionales deciden hacer esto porque así reducen sus gastos al poder pagar salarios inferiores—lo que en última instancia también beneficia al consumidor al poder pagar menos por el bien—. Las multinacionales pueden pagar más que las alternativas o menos. Si ofrecen un mayor salario que la competencia, entonces no debería haber ningún problema en que la gente de países tercermundistas aceptase estos salarios, especialmente si son pobres y esto les puede ayudar a dejar de serlo. Además, esto reduce el número de desempleados urbanos, por lo que las multinacionales tienen que competir por ellos, aumentando aún más sus salarios. Si ofrecen salarios inferiores, los trabajadores no los aceptarán y la multinacional se verá obligada a subirlos o trasladarse. Creer que si tienen otra opción la gente acudirá a la que menos le pague—salvo que, por ejemplo, reciba un salario inferior, pero decida ir a trabajar para la multinacional con intención de poder escalar—es denegarle a las poblaciones de países en desarrollo cualquier tipo de agencia y racionalidad. Otra opción también muy repetida es que esta gente, especialmente los más pobres, aceptan estos trabajos porque no tienen alternativa.4 Pues bien, impedirles tener estos trabajos les está retirando entonces la única alternativa para no morirse de hambre.5 Por tanto, esta regulación daña a los más pobres al impedirles siquiera tener la opción de trabajar por poco que sea y mejorar su condición. Como dice Paul Krugman al respecto:
Los beneficios para la masa de población del crecimiento económico causado por las exportaciones en las economías de reciente industrialización no son una conjetura. Un país como Indonesia sigue siendo tan pobre que el progreso puede medirse en función de la cantidad de alimentos que ingiere el ciudadano medio; desde 1970, la ingesta per cápita ha pasado de menos de 2.100 a más de 2.800 calorías diarias. Un escandaloso tercio de los niños pequeños sigue desnutridos, pero en 1975 la proporción era de más de la mitad. Se observan mejoras similares en toda la cuenca del Pacífico, e incluso en lugares como Bangladesh. Estas mejoras no se han producido porque personas bienintencionadas de Occidente hayan hecho algo por ayudar: la ayuda exterior, que nunca fue cuantiosa, se ha reducido últimamente a prácticamente nada. Tampoco es el resultado de las políticas benignas de los gobiernos nacionales, tan insensibles y corruptos como siempre. Es el resultado indirecto e involuntario de la acción de multinacionales desalmadas y empresarios locales rapaces, cuya única preocupación era aprovechar las oportunidades de beneficio que ofrecía la mano de obra barata. No es un espectáculo edificante; pero por muy viles que sean los motivos de los implicados, el resultado ha sido que cientos de millones de personas han pasado de la miseria más absoluta a algo todavía horrible, pero no por ello menos significativamente mejor.6
De todos modos, la evidencia empírica nos dice que los trabajadores de las multinacionales tienden a ganar más que la media en su país y en ocasiones hasta varias veces más. En la gráfica de abajo vemos como los salarios de la industria téxtil, que es de las que más presencia de multinacionales tiene, están por encima de los ingresos medios nacionales.
Mucha gente en el primer mundo se queja de las condiciones laborales del tercer mundo porque las comparan con las suyas propias. Si estás leyendo esto, lo más probable es que, como yo, tú no trabajarías en esas condiciones por 5 dólares al día. Pero, aparte de lo dicho anteriormente, tienes que pensar que los salarios en el tercer mundo son bajos porque su productividad también lo es. Esta gente necesita pasar por una fase en la que ganen poco para aprender, capitalizarse y poder volverse más productivos. Una vez hecho esto, no solo dejarán de ser pobres, sino que podrán aspirar a salarios más elevados. Si sus países no les dan esa oportunidad imposibilitando el trabajo de las multinacionales, les están condenando a la pobreza.
Por otro lado, las multinacionales ayudan a aliviar la pobreza porque, como demuestran los estudios, gestionan bien. Cuanto más pobre es el país, peor es la gestión de sus empresas. Esto tiene sentido, porque los gerentes de países menos productivos son ellos mismos menos productivos, no tienen por qué haber aprendido a cómo gestionar bien, tenderán a tener un menor nivel educativo, tendrán menos experiencia y conocerán menos mejores prácticas en la gestión de empresas. Esto no se da con las multinacionales, las cuales tienden a estar igual de bien gestionadas. Tiene sentido, pues, las multinacionales mueven su capacidad de gestión de alta calidad de un país muy productivo a uno poco, llevando a cabo una gestión en sus empresas a un nivel similar al del primer mundo.
Sospechosos #3: Los mismos pobres
Aun si los gobiernos, tanto los del primer como los del tercer mundo, desregulasen, un escenario en el que todavía existiese la pobreza sería posible. Es decir, aunque parte de la culpa de que haya gente que todavía muera pobre sea de los gobiernos, puede que no lo sea totalmente. Una razón podría ser mala suerte. Igual tienes muy mala suerte y sigues siendo pobre. Pero eso no sería atribuible a ti y aquí estamos buscando culpables. Un pobre será culpable de serlo si hay una serie de medidas razonables7 que podría haber tomado para dejar de serlo y aun así lo es.
Otro motivo que podría darse en sociedades donde los gobiernos no causasen pobreza y que no fuera la mala suerte es el comportamiento irresponsable. Si sigues un comportamiento irresponsable, aunque vivas en la ciudad más rica del mundo, puedes terminar siendo pobre. En Londres, Ginebra o Sidney los hay.
Los pobres en el primer mundo
Los pobres en los países ricos lo tienen más fácil. Con mantener un comportamiento responsable es difícil llegar a la pobreza extrema. Ron Haskins e Isabel Sawhill hicieron un estudio con datos de los ingresos en Estados Unidos en 2007 y concluyeron que entre los adultos que siguieron tres sencillas reglas—terminar el instituto, trabajar a tiempo completo y casarse y esperar hasta los 21 para tener hijos—la taza de pobreza era solo del 2% y que el 75% se había incorporado a la clase media (definida como la que gana alrededor de 55.000 dólares o más al año), mientras que la tasa de pobreza para los que no cumplían ninguno de estos tres puntos era del 76%.
Los pobres en el tercer mundo
En los países en desarrollo puede requerir un poco más de esfuerzo, pero un comportamiento responsable, sobre todo el restringirse de tener más hijos, también ayuda a aliviar la pobreza. Otra cosa que deberían cambiar son sus hábitos de consumo. Los pobres en parte lo son porque malgastan más el dinero y no ahorran. Según Abhijit V. Banerjee y Esther Duflo:
Los que viven en extrema pobreza en las zonas rurales gastaron el 4,1% de su presupuesto en tabaco y alcohol en Papúa Nueva Guinea, el 5% en Udaipur (India), el 6% en Indonesia y el 8,1% en México.
Los argumentos basados en la falta de acceso al crédito y a los seguros o en las rigideces del mercado laboral, por sí solos, no ayudan mucho a entender por qué los pobres no están más interesados en acumular riqueza. Como hemos visto antes, podrían ahorrar más fácilmente sin nutrirse menos, gastando menos en alcohol, tabaco, festivales y alimentos como azúcar, especias y té.
Murray Rothbard en For a New Liberty provee una definición de clase que aquí nos puede ser útil.
Los miembros de las clases alta y media tienden a estar orientados hacia el futuro, son resueltos, racionales y autodisciplinados. Las personas de clase baja, por el contrario, tienden a tener una fuerte orientación hacia el presente, son caprichosas, hedonistas, carecen de propósito y, por tanto, no están dispuestas a seguir un trabajo o una carrera con coherencia.
Es decir, para que los pobres dejen de serlo deberán llevar a cabo comportamientos como reducir su preferencia temporal, pensar más en el futuro y menos en el placer presente, dejar de tener tantos hijos, de gastarse tanto en tabaco y alcohol, ahorrar y buscar un trabajo de algo y mantenerlo.
¿Por qué no lo hacen? Una posibilidad es que no sepan que tienen que abstener de ser irresponsables. Pero esto es difícil de creer. ¿Nadie se lo ha dicho nunca que igual deberían gastar menos en vicios o ahorrar más? ¿No tienen acceso a Internet para buscar “cómo salir de la pobreza”? ¿No han conocido a nadie que no fuese pobre que le pudiese decir qué hacer? Es dificl de creer que los pobres que podrían dejar de serlo no cambien sus hábitos por desconocimiento. Lo más probable es que no lo hagan porque requeire autocontrol, algo que a la gente no le gusta. Por lo que, con más razón, se merecerían ser pobres.
Conclusiones: ¿Quién es el culpable?
Pues, como hemos visto, todos. Los gobiernos lo son indiscutiblemente, tanto los de los países del primer como los del tercer mundo. La mayoría de la pobreza absoluta desaparecería si los gobiernos pusiesen fin a las políticas actuales (o dejasen de existir). Pero, entonces ¿de qué sirve echarle la culpa a los pobres si las principales razones de que lo sean se escapan de su control?
Pues porque hay cosas que pueden hacer. Para terminar con el resto de pobreza, haría falta un cambio en el comportamiento de manos de los pobres para que se hiciesen más responsables. Es muy dogmático decir que nunca es culpa de los pobres. Hay pobres que merecen serlo y otros que no. Y muchos adultos pobres del primer merecen serlo por no poder siquiera controlar su comportamiento.
Hay gente que con esto puede pensar que se está culpando a la víctima. Pero no, nunca habría que culpar a la víctima. Lo que sucede es que no está claro quién lo es. Puede que lo sea el pobre o puede que lo sea el que está obligado a ayudarle aun a costa de empobrecerse todavía más.
El hecho de que una persona merezca su pobreza no implica que sea moralmente incorrecto ayudarla. Sin embargo, el hecho de que una persona merezca su pobreza es una razón moral de peso para darle poca prioridad a la hora de sopesar cómo asignar la ayuda necesaria y una razón moral de peso para no obligar a un extraño a ayudarle.
El hecho de que una persona no merezca su pobreza no implica que sea moralmente incorrecto no ayudarla. Sin embargo, el hecho de que una persona no merezca su pobreza es una razón moral de peso para darle prioridad a la hora de sopesar cómo asignar la ayuda, una razón moral adicional para que los individuos moralmente responsables de su pobreza cesen y remedien su comportamiento ilícito, una razón moral para obligar a estos individuos moralmente responsables a cesar y remediar su comportamiento ilícito, y una razón moral verosímil aunque no totalmente convincente para obligar a los extraños a ayudar a la persona que lo merece si los beneficios superan con creces los costes.
Gran parte de las ideas de este artículo las he sacado del guion de un libro en el que estaba trabajando Bryan Caplan, Poverty: Who To Blame.
Por si alguien no tiene claro por qué, es porque vivir en condiciones de pobreza extrema suele acarrear malnutrición, vivir en la calle, mala salud o una muerte prematura. Cosas que cualquier persona con sentido común entendería que son indeseables.
He usado estos países porque son un grupo variado de países que reflejan la posibilidad de tener un bajo porcentaje de la población en situación de pobreza extrema con buenos datos. He usado esas fechas porque eran un buen término medio entre reflejar la tendencia de menor pobreza de los países y porque si hubiese elegido desde los primeros años con información disponible, la escala de la Y hubiese aumentado mucho reduciendo visibilidad. Al final, lo importante son los datos más reciente de cada país.
Si estamos de acuerdo que vivir en pobreza extrema es malo, podemos decir que quien te lleve a vivir así es culpable de hacerlo, al haberle atribuido una cualidad negativa. Creo que pensar en términos de culpa nos es más intuitivo a los humanos y también es más polémico, por lo que llevará a más gente a leerse el artículo. Y, ¿por qué echar las culpas? Hace siglos, cuando parecía el destino ineviable para la mayoría de la población global, no hubiese tenido mucho sentido culpar a alguien. Pero, si como hemos visto el problema tiene solución y está solucionado en gran parte, es probable que se prolonge por culpa de alguien.
Como cuenta Paul Krugman, en 1993 el senador Tom Harkin propuso una ley que prohibía las importaciones de países que emplearan a menores. Esto causó que varias fábricas de textil en Bangladesh despidieran a 50.000 niños. ¿Cuál fue su alternativa? Terminar prostituyéndose.
He escuchado otro argumento que es pagarles salarios similares a los de los países más productivos. Pero, ¿quién paga por ello? ¿Los consumidores en forma de precios más altos? ¿Los trabajadores en los países más productivos que trabajan para la empresa en forma de salarios más bajos? ¿Los accionistas en forma de menor rentabilidad de su inversión? El dinero de la empresa pertenece a los accionistas, ellos lo han invertido, ellos han asumido el riesgo.
Discrepo con que la gente a cargo de multinacionales sean unas desalmadas. Habrá de todo. No veo por qué el puesto de gerente regional de una multinacional llamase a un tipo de gente más vil, como sí que lo veo en el caso de los políticos. De todas formas, siempre que leo cosas así me pregunto a partir de que ascenso, empezando como operario de Amazon en el nivel 1 hasta llegar a director ejecutivo en el 12 (estos doce rangos existes), pierdes el alma.
Algunas de estas medidas razonables son: tener un trabajo a tiempo completo aunque no te guste; gastar tu dinero en lo básico, como agua, comida y un techo, y no en vicios; y usar métodos anticonceptivos si no puedes permitirte tener un hijo.